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Una semana después

Sí, sabía que se había tomado un atrevimiento enorme, y que seguramente Dante se enojaría con ella cuando se enterara, pero no le importaba.

Desde que le había agarrado el celular, y bloqueado el número de su mamá, sin poder recibir de este modo sus mensajes y llamadas, el muchacho se veía más tranquilo.

Incluso sus tic ya casi no se hacían presentes.

Entró a su departamento, y la encontró bailando. Ya desde que había bajando del ascensor, había escuchado el sonido alto de la música.

—¿Te parece si te hago un show privado, guapo? —sonrió traviesa, antes de guiñarle un ojo.

Él sonrió levemente y negó con la cabeza, enseñándole la bolsa que traía en su mano izquierda.

—Compré helado, como no sabía que sabores podrían gustarte, traje los clásicos vainilla, chocolate y fresa.

—¿Ni uno con alcohol? Que aburrido —rodó los ojos, bajándole el sonido al equipo de música, con el control del mismo.

—No deberías beber alcohol, eres joven aún.

—Mira, daddy, ya bastante estoy intentando dejar los cigarrillos por ti. No me presiones.

—¿Daddy?

Sonrió traviesa y se acercó a él, pasando sus brazos por detrás de su cuello, y pegando sus pechos al pecho de Dante.

—Eres mayor que yo, y aunque AÚN no mantenemos relaciones sexuales, me consientes y mantienes. Así que, Dante, decidí que eres mi Sugar daddy —pronunció en un tono suave, mirándolo a los ojos.

—Luego hablaremos de eso, ve a buscar unas cucharadas y copas para el helado, antes de que se derrita.

—¿Hablaremos de cuándo finalmente vamos a intimar? —sonrió divertida.

—Eres menor de edad, ya te lo dije.

—¿Qué son dos años de diferencia? —le preguntó rodando los ojos, dejando de abrazarlo—. Nadie más lo sabría. Además, no es como que fuera a ser mi primera vez.

—Comamos esto.

—Lo que digas, daddy —le dijo en un tono aburrido, dirigiéndose a la cocina.

Estaba con un mini short y un top... Y Dante ya no sabía si ella no tenía otro tipo de ropa, o le gustaba de todos modos estar siempre enseñando su cuerpo.

***

Entró a la habitación de él, mientras Dante dormía, y se sentó en la cama, observándolo. Sabía que él no iba a despertarse, al menos no tan fácilmente, ya que estaba tomando unas píldoras para dormir.

Respiró profundo y apoyó una de sus manos sobre la mejilla de él, acariciándola suavemente. No sabía por qué el despertaba ese lado proyector en ella.

Pero después de haberlo visto en sus crisis, en lo único que pensaba era en ayudarlo, cuidarlo. Y sabía que era estúpido, sonaba estúpido realmente, ya que ella era como diez años menor que él, pero es que Dante le parecía tan vulnerable.

Ya quería conocer a la vieja de su madre y gritarle todas sus verdades.

—Eres el primer hombre que conozco y no quiere acostarse conmigo. Que no se ha aprovechado de mí, de mi situación, ni se ha burlado de mi estupidez. No entiendo como alguien tan bueno y dulce como tú, puede ser real... O como pudieron hacerte tanto daño.

Bajó suavemente su mano, y tocó con la punta de su índice sus labios, suspirando.

—Ya no soy una niña, hace mucho tiempo dejé de serlo. Ojalá pudieras verme como mujer. Estoy segura que el sexo te ayudaría —sonrió con cierta diversión—. Creo que es la única forma que tengo de retribuirte, aunque sea un poco, todo lo que estás haciendo por mí.

Se inclinó hacia adelante, mirándolo, y lo tomó de la mejilla.

—Eres un ángel en la tierra —pronunció en un tono bajo, sonriendo, antes de darle un corto beso en los labios.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora