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—Oye, daddy —le habló mientras tomaba una rebanada de pizza, y la servía en su plato—. ¿Has tenido muchas novias? Porque si me dices que no, no te creeré —sonrió divertida, antes de darle una mordida.

—No, no he tenido muchas novias... Imagina que no es fácil vivir conmigo, y mis... Problemas —pronunció bajo, cortando su porción de pizza.

Aunque había lavado sus manos, no le gustaba tocar la comida con ellas, comer de ese modo.

—¿Cuánto tiempo duró la relación más larga? —preguntó envolviendo alrededor de su dedo queso derretido.

—Un año y dos meses, después de eso, decidió que lo mejor era tomarnos un tiempo.

—Y no regresó.

—No, y ahora tiene una bonita familia —sonrió levemente.

Lo miró a los ojos, y luego sonrió, confundiéndolo.

—Fue una estúpida, pero me alegra mucho que lo haya hecho, porque de otro modo, yo no te habría conocido.

—Ella no era feliz a mi lado, Mía, es por eso que acepté que los nuestro terminara. Nadie debe padecer junto a un enfermo.

—Estás hablando como si sufrieras de esquizofrenia, o demencia, no sé, algo realmente grave y peligroso para la vida de la otra persona —pronunció molesta—. Creo que si ella te hubiese amado realmente, te habría entendido, acompañado.

—No es tal fácil, tú sólo llevas más de un mes conmigo. Pero ella se quedó un año y medio a mi lado.

—Y me quedaría toda la vida contigo.

—Es fácil decirlo, Mía. Imagínate tener sexo sólo dos veces por año.

—Estoy segura que valdría la pena esperarlo. Y además, podría comprar un consolador para pasar las noches frías —sonrió traviesa.

Dante sonrió levemente y negó con la cabeza. Era fácil hablar de lo que se podría hacer, pero vivirlo, era completamente diferente. Su novia había sido muy paciente con él, pero se había cansado.

Después de todo, era una muchacha joven, con toda la vida por delante, para una relación sana y un tipo estable, no como él.

***

—Deberíamos empezar a buscar ropa de invierno, Dante, las noches comienzan a ser frías —le dijo Mía, antes de que ambos entraran al departamento.

Tomó el alcohol en spray, y le echó primero a Dante en las plantas de los pies, y luego ella, para poder entrar. Dejaron las zapatillas junto a la puerta, y el rubio se colocó sus pantuflas, Mía por su parte prefirió quedarse en calcetines, caminando hasta la mesa que estaba en la sala, para dejar las bolsas de compras.

—Sí, ya la buscaré en el armario. ¿Pero tú qué harás? ¿Quieres que te acompañe a buscar la ropa a casa de tus padres? ¿O prefieres que te compre?

—Am, en casa de mi familia adoptante no hay nada, y por mi no te preocupes, tengo algo dinero para comprarme ropa —sonrió echándose alcohol en la ropa, antes de acostarse en el sofá.

—Mía, me gustaría conocerlos, hablar con ellos, decirles que tú te estás quedando aquí, que no se preocupen.

—Créeme que no lo hacen, para ellos fue un alivio que me fuera de la casa. No me buscaron la primera vez que me fui, mucho menos ahora.

—De todos modos me gustaría hablar con ellos.

—Como quieras —le dijo rodando los ojos—. Hoy ya es muy tarde, pero mañana te daré la dirección de su casa. Eso sí, yo no pienso ir.

—¿Prometes que me la darás?

—Sí, confía en mí —sonrió.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora