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Observó la ecografía, y luego a Mía, quien estaba dormida. Después de llegar a la clínica, y que estuviera tan adolorida, le habían aplicado un analgésico, que la había relajado hasta el punto de hacerla dormir. Le habían hecho varios exámenes, y después de una ecografía, habían descubierto que estaba embarazada.

Le estaban administrando progestágenos, para intentar controlar el sangrado, y que el riesgo de aborto fuera bajo. El embrión tenía una siete semanas, y pulso cardíaco.

Ella lo sabía, sabía que estaba embarazada y había intentando abortarlo, es por eso que le había pedido aquella maldita hierba. Después de que el médico hablara con él, ya que Mía estaba dormida, y le preguntara si ella había consumido algo para provocarse el aborto, lo había descubierto.

Y una vez más la había encubierto, diciéndole al médico que ella no había consumido nada, o que al menos él no lo sabía.

Había llamado a los padres adoptivos de ella, ya que al ser menor de edad, ellos debían estar allí. Ni siquiera sabía cómo iban a tomarlo ambas partes.

Miró una vez más la ecografía, y se preguntó que sería lo mejor para ese pequeño ser que recién estaba desarrollándose. ¿Que ganaban con obligarla a parirlo? Si claramente ella no lo quería, terminaría por despreciarlo, como su madre a él.

Le tocó la mejilla, y la acarició suavemente. Debía hablar con ella antes de que llegaran sus padres.

—Mía, despierta —pronunció en un tono calmo—. Despierta, por favor, debemos hablar de algo importante.

—¿Dante?

—Sí, intenta abrir los ojos y mirarme.

Apretó suavemente sus párpados, y abrió los ojos, intentando enfocar su vista.

—Tus padres están en camino.

—¿Q-Qué? ¿Por qué? ¿T-Tú los llamaste? ¡¿Por qué lo hiciste?! —exclamó con lágrimas en los ojos.

Dante la miró y luego le enseñó la ecografía.

—¿Por qué no lo hablaste conmigo? Sabías muy bien que estabas embarazada, por eso me pediste eso —pronunció bajo—. ¿Por qué no me lo dijiste, Mía?

—Tú no ibas a entenderlo —sollozó—. No ibas a ayudarme.

—Claro que iba a hacerlo, Mía. Esto que quisiste hacer, fue una completa locura, una estupidez. Pusiste en riesgo tu propia vida, podrías haber muerto desangrada ¿Lo sabes?

—¿Me lo quitaron?

—No, el embrión está vivo aún. Pero si estás con riesgo de aborto.

—No quiero tenerlo, Dante, no lo quiero. Esto es sólo un error, no debería haber pasado —lloró cubriéndose el rostro—. No lo quiero.

—¿Por qué?

—¿En serio me preguntas por qué? ¡No sé ni siquiera quien es el padre! Soy una prostituta, no tengo casa, empleo, futuro ¡Nada! ¿Qué podría darle a una criatura? Una vida de mierda únicamente. Y no lo quiero, Dante, recién tengo dieciséis años, no quiero un maldito hijo —pronunció con rabia, llorando.

Dante respiró profundo y luego dejó la ecografía sobre una mesita junto a la camilla.

—Mía, yo entiendo que fue concebido por error, que no debes saber quién es el padre, y que tienes mucho miedo. Pero es tu hijo también, y por más que lo abortes ahora, lo seguirá siendo, porque es algo que no podrás borrar. Lo vas a recordar siempre. Y no importa la decisión que tomes, yo voy a estar para apoyarte, porque no estás sola.

—Nadie se haría cargo del hijo de otra persona —sollozó desviando la mirada.

—¿Ese es tu miedo? ¿Qué tu hijo no tenga un padre? Yo estoy para apoyarte, y ayudarte, Mía.

La tomó de una de sus manos, y ella lo miró, sintiéndose tan desecha.

—Si pasas el riesgo de aborto, y se salva, yo estaré contigo, Mía, y seré el padre que él necesite, y el apoyo que tú necesitas también, estaré con ambos, los cuidaré y querré igual. Pero, si tú cuerpo termina por expulsarlo de todos modos, igual me quedaré a tu lado.

Sus labios temblaron, y se quebró en un llanto lleno de tristeza, negando con la cabeza.

—No digas cosas que no podrás cumplir.

—Creo que ambos podemos salir adelante si estamos juntos —le dijo abrazándola, en un tono bajo—. Tú me salvaste la vida, y yo quiero hacer lo mismo con la tuya. No voy a dejarte sola jamás, Mía, no volverás a estar sola nunca más.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora