25

1.8K 306 28
                                    

—La señora de la tienda me preguntó para que lo necesitabas.

—Ah ¿Y qué le dijiste?

—Que tenías dolores menstruales. ¿Segura quieres tomar esto, Mía? No parece tan bueno como dicen. Es más, hasta puede ser tóxico.

—Descuida, lo tomó desde que comencé a menstruar —sonrió tomando la bolsita de papel que él tenía en las manos, con el logo de la tienda—. El agua ya está lista, no sé qué te prepararás tú.

—Un café, me gusta el café con pastel de chocolate —sonrió el rubio, buscando las tazas en la alacena.

—Daddy, deberíamos salir a dar un paseo alguno de estos días. Pronto volverás a trabajar, y ya no nos veremos tanto tiempo —le dijo mientras sacaba las ramitas con hojas casi secas de la bolsa.

—La temperatura ha bajado bastante, y no quiero que te enfermes.

—Un buen abrigo de lana, bufanda, guantes y botas, y estaré perfecta para salir —sonrió.

Dante se giró para mirarla, y frunció levemente el ceño.

—Le estás poniendo mucha ruda, me dijo que sólo le pusieras el equivalente a una cuchara de té.

—Ah, sí, pero, yo lo preparo así —sonrió vertiendo el agua sobre la taza—. Siempre lo preparo así, no te preocupes.

—Mm, de acuerdo —pronunció inseguro.

***

Se despertó en medio de la madrugada, luego de tener una pesadilla con su madre, y se sentó en la cama, pasándose una mano por los ojos, intentado controlar su respiración.

Sólo había sido un mal sueño, nada era real... Ella no estaba allí.

Respiró profundo varias veces, y salió de la cama, dirigiéndose a la cocina para servirse un vaso con agua. Pasó por la sala, y se detuvo al escuchar que Mía se estaba quejando, sonando adolorida.

—Mía —pronunció bajo, caminando hasta ella, encendiendo la luz.

Se acercó al sillón, y la vio hecha un ovillo, apretando las mantas contra su panza. Estaba sudando y tenía lágrimas en los ojos, al parecer.

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

—M-Me duele m-mucho la panza —sollozó—. Y los m-muslos, las caderas.

—¿Quieres que vayamos al médico? Debe verte un doctor si estás tan adolorida —le dijo preocupado, secándole el sudor de la frente.

—No, no q-quiero ir a un h-hospital.

—Sé que no te gustan, pero si vamos, te darán algo para el dolor. Es para que te sientas bien —pronunció en un tono suave, acariciándole el cabello.

—D-Dante, yo...

—¿Qué? Dime.

—Necesito ir al b-baño.

—¿Quieres que te ayude a ponerte de pie?

Mía asintió con la cabeza, y el rubio la ayudó a sentarse, antes de pasar un brazo por debajo de los de ella, para que se apoyara en él. En cuanto la jovencita lo hizo, se quedó quieta en el mismo lugar, al sentir que algo tibio se escurría entre sus muslos.

Asustada junto los muslos, y sintió nuevamente aquellos cólicos horribles, que la hicieron doblarse de dolor. Dante la sostuvo, preocupado, y cuando quiso tomarla en brazos, sintió su antebrazo húmedo, aquel que estaba bajo el trasero de ella.

—¿Mía?

—Llévame a-al baño —insistió—. P-Por favor.

Inseguro, la llevó hasta al baño que estaba en frente de su habitación, y al momento de bajarla, vio que Mía tenía el pantalón pijama manchado con sangre, al igual que el antebrazo de la camiseta de él, el cual había estado en contacto con el trasero de ella.

—M-Mía, no, debemos ir a la clínica.

—N-No, no es nada g-grave, sólo... Me está bajando mucho —sollozó—. Por favor, Dante, n-no.

Negó con la cabeza al ver el pantalón de ella, y tomó una toalla, para envolverla al rededor de la cintura de Mía, y tomarla en brazos una vez más, saliendo del baño.

—B-Bájame, Dante, no q-quiero ir.

—Hasta que no me digan que estás bien, no vamos a regresar —pronunció asustado, tomando las llaves del auto y saliendo así del departamento, ambos en pijama, en medio de la madrugada.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora