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—Semanas después—

"—Que bonita eres.

—Gracias —sonrió tímidamente una pequeña castaña, frente a un hombre mayor.

Él se puso de cuclillas frente a ella, y la tomó del rostro, tocando con la punta de su dedo pulgar su labio inferior.

—Luces muy linda. Sabes, tengo una bolsa de dulces —sonrió metiendo su mano libre dentro del bolsillo de su pantalón, para sacarla y enseñársela—. ¿La quieres?

—¡Sí! Me gustan mucho esos.

—¿Verdad que son muy ricos? Te los daré todos, a cambio que tú hagas algo por mí —sonrió."

—¡Mía!

La jovencita giró su cabeza hacia Dante, y lo observó confundida.

—¿Qué pasa?

—Eso te pregunto a ti ¿Qué ocurre? Te has quedado pensativa, y llevo un rato hablándote. ¿Qué tienes?

—Em... Nada, sólo recordé algo.

—¿Algo malo? ¿Triste?

—Sí —murmuró—. Pero no quiero hablar de eso ahora.

—De acuerdo.

Lo miró a los ojos, y luego le sonrió suavemente, antes de acercarse a él y abrazarlo, cerrando los ojos, sintiendo los brazos de Dante alrededor de su cintura.

—¿Quieres que te cuente un secreto? —le preguntó en un tono bajo.

—Sí, cuéntamelo —le respondió en un tono suave, acariciándole la espalda.

—Eres el único lugar donde me siento segura.

Dante respiró profundo y al estrechó más entre sus brazos.

—Te amo demasiado, Mía.

—Y yo a ti, mi hermoso amor —sonrió aún con los ojos cerrados—. Es lindo saber que no estoy sola, que ahora estás tú en mi vida.

—Pienso exactamente lo mismo.

Continuaron abrazados, hasta que el rubio la tomó del rostro, para mirarla, y acariciar suavemente su mejilla.

—Dentro de poco será tu cumpleaños.

—Lo sé —murmuró abriendo los ojos, mirando hacia la nada.

—¿No tienes recuerdos bonitos de él?

—No, pasé dieciséis cumpleaños en un orfanato, con eso creo que te digo todo.

—Podemos hacer que éste sea el primero de muchos más felices entonces.

—La verdad, es que no me siento de ánimos para festejar nada ahora.

—¿Por qué? ¿Quieres contarme?

Mía suspiró y ambos se sentaron en el sofá de la sala. La jovencita se quedó un momento mirando hacia abajo, y respiró profundo, antes de dejar su vista clavada en algún punto de la pared frente a ella.

—Tenía cinco años cuando abusaron por primera vez de mí, un hijo de puta me hizo practicarle sexo oral... Obviamente yo no sabía lo que estaba haciendo, sólo que no estaba bien.

—¿Quién era?

—Un vecino de una de mis primeras casa de acogida. Y esa fue la primera de muchas más veces. ¿Y sabes por qué me molesta tanto? —pronunció apretando los dientes—. Fue el primero en violarme, en llamarme puta, en marcarme, en... Definir lo que sería.

—Eras sólo una niña, Mía, y ese hijo de puta un maldito degenerado, como todos los que se aprovecharon de ti. Y lo que hayas hecho, no define a la persona que eres ahora.

—Me siento muy pesimista, Dante, hasta el punto de no entender como alguien con tus trastornos, ha logrado permanecer cerca de mí. O besarme, sabiendo todas las cosas que he hecho.

—Porque te amo, Mía, y cuando te beso, cuando te abrazo, te acaricio, no veo lo que has hecho antes, sólo a la mujer que está conmigo ahora.

—Eres demasiado bueno —sonrió levemente, apoyando su cabeza contra el hombro de él.

Ir a terapia no la estaba ayudando como creían. Recordar su pasado, intentar perdonar, aceptar, seguir adelante, no le estaba haciendo para nada bien.

—¿Hay algo que pueda hacer para verte mejor?

—Mm no, sólo abrázame —le dijo antes de sentir que él lo hiciera, estrechándola contra su cuerpo.

—Todo estará bien, eres una mujer muy valiosa, e importante para mí. Y te amo mucho.

—Yo también te amo, rubio guapo.

...

Lamento mucho haberme demorado dos meses, pero ustedes saben que no la estuve pasando para nada bien.

No diré que las cosas han mejorado, porque estaría mintiendo, pero me siento lo suficientemente estable, como traerles un nuevo capítulo.

Espero poder estar terminando esta historia en los próximos capítulos, que no serán muchos.

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora