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Después de haber inflado unos veinte globos, comprendió que no había sido buena idea no comprar un inflador ¡Ya le dolían las mejillas! Por lo que la joven castaña, tuvo que dejar la decoración de lado, y salir rápidamente por su inflador salvador.

Dante había salido para ir a su cita con el psicólogo, y luego a realizarse unos análisis de rutina. Es por eso, que Mía debe actuar rápido si quería que su sorpresa estuviera lista para cuando el rubio regresara.

Si todo marchaba como hasta ahora, su licencia por carpeta médica terminaría en la segunda semana de enero... Su rubio precioso volvería a trabajar.

Aún no habían puesto fecha para su casamiento, porque como Dante le había dicho, quería tomarse con calma las cosas. Y Mía sabía que más que nada, el muchacho quería organizar bien todo.

Por su parte, ella aún no había hablado con sus padres adoptivos, pero según Dante le había comentado, pasarían noche buena en casa de ellos... Y aunque a la jovencita no le había gustado mucho la idea, había aceptado.

Después de todo, necesitaba que ellos firmaran el permiso.

***

Miró la hora, y chilló corriendo por la sala, pateando los globos que estaban en el suelo, intentando no tropezar y caerse. En veinte minutos Dante llegaría, y ella aún no había terminado con la decoración.

Corrió la mesa que estaba en el living, contra una de las paredes, y colocó un bonito mantel negro con bordes dorados, sobre el mismo, el soporte del pastel, y los cupcakes decorados con fondant negro, dorado y plateado.

Buscó unas galletas con la misma temática, y algunos dulces que también había pedido hacer. ¡Y el pastel aún no llegaba! Desde la pastelería donde había hecho el encargue, se habían disculpado diciendo que aún no lo terminaban, hacía media hora atrás.

Tomó un par de globos, y comenzó a ponerlos en la pared, alternando los colores, y contándolos, para que hubieran de todos número par. Tomó el número de treinta dorado, que había comprado en letras corpóreas, y lo colgó con cuidado por detrás de la mesa, en la pared.

Observó cómo iba la decoración, y suspiró... Sólo esperaba que a Dante no le molestara que hubiese utilizado solo tres colores, en vez de cuatro o dos.

—Ay no, seguro le da un ataque de ansiedad —pronunció frustrada, antes de colocar unas bolsas con los regalos de él, a un costado de la mesa, sobre una silla, y tomar su cartera.

Sólo diez minutos le quedaban, quizás si corría...

Escuchó como alguien estaba por abrir la puerta, y corrió hacia ella, trabándola con su cuerpo.

—Mía ¿Tú estás del otro lado? No puedo abrir la puerta —pronunció el rubio.

—Daddy, llegaste antes —sonrió nerviosa, observando los globos que aún faltaban terminar por acomodar, regados por el suelo de toda la sala.

—Sí, no había mucho tráfico ¿Me dejas pasar?

—¡No! Quiero decir, espera un poco, mi amor, aún no terminé con tu sorpresa.

—Necesito entrar, Mía, sabes que siempre que vengo de afuera, debo bañarme.

—Demonios —murmuró—. De acuerdo, te dejo pasar, pero primero quítate la corbata y ponte de espalda, yo abriré la puerta. Mi sorpresa aún no está lista.

—De acuerdo.

—Avísame cuando lo hagas.

—Ya.

Abrió suavemente la puerta, y lo vio de espaldas. Mía sonrió con ternura, al ver lo dulce y comprensivo que era, y tomó la corbata que estaba en su mano derecha. Se puso en puntas de pie, y con cuidado le cubrió los ojos, atando en un moño firme, pero sin dañarlo, la corbata por detrás de su cabeza.

—Te ves hermoso, rubio —sonrió tomándolo de la mano, caminando ambos despacio hacia adentro.

—Estoy seguro que tú también te ves muy bonita —sonrió, confiando en ella, dando pequeños pasos, mientras Mía lo guiaba hacia la habitación.

—No me digas esas cosas, porque me olvido de la sorpresa, y te salto ahora mismo encima para comerte a besos —pronunció traviesa, haciéndolo sonreír.

—Sabes que no haremos nada hasta que no estemos casados.

—Hm ¿Y cuándo será eso? Sospecho que lo quieres postergar hasta que cumpla los dieciocho años —sonrió divertida.

—Claro que no, hablaremos y fijaremos la fecha después de año nuevo ¿Te parece?

—Me parece perfecto —sonrió, llegando ambos a la habitación.

Le quitó con cuidado la corbata, y sonrió mirando sus hermosos ojos azules.

—Por favor, no vayas al living. Yo debo correr ahora a comprar unas cosas que me faltaron, y cuando termine, te enseñaré mi sorpresa ¿De acuerdo?

—De acuerdo, ve tranquila —sonrió suavemente.

—Te amo —sonrió, escabulléndose rápidamente de allí.

Debía buscar el pastel, y comprar una nueva tonalidad de globos, pero también, encontrar en esa tonalidad un par de cupcakes más y galletas. ¡¿Por qué no había pensando en aquello con más tiempo?!

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora