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Sí, se había levantado, habían limpiado la casa, cocinado el almuerzo, pero... Dante no se veía como el día anterior, cuando lo había conocido. Él realmente lucía afectado, como apagado.

Su mirada tenía cierto deje de angustia, aflicción. Quizás hasta se sentía avergonzado, porque ella lo había visto en aquel momento tan crítico.

—Oye ¿Cómo te sientes?

—Bien —pronunció mientras secaba varias veces el vaso que había terminado de lavar... Por segunda vez.

—Me oriné en la cama hasta los diez años.

Dejó el vaso de lado y la miró. Mía asintió con la cabeza, mientras mordía una banana.

—Mi familia ya no sabía que hacer conmigo, y me devolvieron —sonrió.

—¿A qué te refieres?

—Mi madre me abandonó cuando tenía un año en un hospital, jamás la encontraron ni supieron si tenía familia. Entré en el sistema, y tuve varias familias.

—¿Por qué varias?

—Supongo que adaptarme no es lo mío —sonrió encogiéndose de hombros.

—¿Tienes una familia ahora?

—Es complicado, en realidad, nunca sentí a ninguno como una familia, no existe un vínculo.

Ella lo miró por un momento, y Dante desvió la mirada, al sentir el tic en su ojo, tomando un segundo vaso para lavar, nuevamente.

—M-Mi mamá era una m-mujer muy estricta.

—¿Te regañaba mucho?

Asintió con la cabeza, teniendo un espasmo involuntario.

—No hay que hablar de ella, descuida —sonrió suavemente—. A veces los padres apestan, no están hechos para eso.

***

Se aclaró la garganta, y se asomó en la puerta de la habitación de él. Lo había notado muy decaído, callado, y con los tics más frecuente. ¿Cómo una madre podría ser la causante de los males de su propio hijo?

Tal vez ella tendría que preguntarle lo mismo a la suya. Y no sabía que era peor, que le hubiese abandonado, creyendo que le hacía un favor, o haberse quedado con ella y correr con la suerte de Dante.

—¿Qué haces cuándo te sientes triste?

Él se giró en la cama y la miró. Una mirada tan triste.

—Intento no pensar en las cosas que me afligen.

—Pero es difícil ¿No?

—Para alguien como yo, sí. Las ideas están continuamente rondando por mi cabeza.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?

—No.

—Hm, que difícil es intentar ayudar —sonrió, sentándose en la cama—. ¿Qué haces para relajarte?

—Tomó píldoras.

—¿Quieres un cigarrillo? Tengo en mi cartera.

—No, no fumo.

—¿Dejaste de fumar?

—Nunca fumé en realidad, aquella noche quise probarlo únicamente.

—Ah, entiendo, y no te gustó.

—No.

—¿El sexo no te relaja?

—Eres menor de edad —le dijo sin mirarla.

—Creo que eres el primer tipo que le importa eso —rio—. Además, aquí estamos solos, nadie más lo sabría.

—Yo lo sabría. Mía, mi... Mi cabeza no funciona como la de los demás. Hacer algo que yo considero que está mal, sólo me provocaría otra crisis de ansiedad. Es algo en lo que no puedes dejar de pensar, y está continuamente ahí metido.

—De acuerdo, no hablemos de eso entonces, no quiero que pases por lo mismo.

—Lamento que hayas tenido que ver esa parte de mí —murmuró cerrando los ojos.

—Bueno, tú también viste una mala parte mía, patética en realidad.

—¿Por qué lo dices?

—Me encontraste en la calle, golpeada, sucia, sin ropa interior... No es como la mejor impresión al conocer a una persona.

—Es diferente.

—Para mí no lo es. Son diferentes circunstancias, es verdad, pero ambos estábamos en una situación vulnerable.

...

La depresión, es un síntoma recurrente junto a la ansiedad.

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora