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—Daddy, despierta.

¿Mía?

—Abre los ojos, Daddy, despierta.

Confundido, abrió los ojos suavemente, y la joven castaña estaba acostada a su lado, sonriendo.

—Que dormilón —sonrió—. ¿Tienes idea de la hora que es?

—No —murmuró.

—Pues muy tarde —sonrió divertida—. Hoy realmente has dormido mucho, si-

La abrazó con fuerza a su pecho, y sintió sus ojos cubrirse de lágrimas.

—Dante ¿Qué pasa?

—Eres tú ¿Verdad? Estás aquí.

—Sí, estoy contigo —sonrió abrazándolo—. Y nunca voy a dejarte. ¿Sabes por qué? Porque te amo mucho, mucho.

—Yo también te amo mucho, Mía —sollozó cerrando los ojos—. No quería que te enojaras conmigo. Podemos ir a la cafetería ¿Quieres? O podemos ir a donde tú quieras.

Esperó a que ella le contestara, y al no hacerlo, abrió los ojos, encontrándose sentado en el piso de la cocina. Sólo había sido un sueño, ella no estaba allí, no había vuelto.

Sus ojos volvieron a cubrirse de lágrimas, y se puso de pie, caminando hacia su habitación. Se sentó en la cama, y tomó las píldoras para dormir.

Tal vez podía seguir soñándola, eso era mucho mejor que la realidad donde ya no estaba más a su lado.

***

—Mía, luego de ir a comprar algunos accesorios para Bonita, tenemos cita con el psicólogo —le recordó Nora, ayudándola a guarda su ropa en el armario.

—Lo sé, no te preocupes —sonrió levemente.

—Ya verás que todo estará bien, cariño —sonrió Nora, abrazándola y dándole un beso en la frente a Mía—. Me alegra mucho que hayas vuelto a casa, con tu familia.

—A mi también —suspiró, antes de respirar profundo, y alejarse de Nora—. Ahora si no te molesta, me prepararé para irnos ¿Sí?

—De acuerdo, esto me dio Augusto para ti —sonrió suavemente, dejando dos muñequeras sobre la cama—. Dicen que son de Goku, y que tú tienes que llevarlas por ser tan fuerte como él.

—Que niño —sonrió divertida, tomándolas—. Las llevaré sólo porque son de Goku.

***

Se levantó de su cama, y fue hasta la sala, escuchando ruidos en la cocina. Se asomó en la puerta, y allí estaba la castaña, preparando el desayuno para ambos.

—¡Daddy! Al fin despiertas, ven mi amor, ya casi está listo esto.

Se acercó a ella, con pasos lentos, y Mía le sonrió, dejando unas tazas que tenía en sus manos, para terminar de acortar la distancia entre ellos. Colocó sus manos en el rostro de él, y acarició sus mejillas, mirándolo a los ojos.

—Buenos días, hombre guapo —sonrió.

Sabía que algo no estaba bien, que ella quizás no debería estar allí. Qué la tristeza que sentía en su pecho, era a causa de algo mayor, pero la dejó pasar, prefirió ignorarla.

—Hoy despertaste antes que yo.

—Así es —sonrió—. Últimamente has estado durmiendo mucho, y alguien debía preparar el desayuno ¿No tienes hambre, amor?

—Sí —pronunció, ignorando las lágrimas que se estaban acumulando en sus ojos.

—Siéntate entonces, ya tengo todo listo para ti —sonrió, alejándose de él.

Pero Dante la tomó del brazo, girándola para que no se fuera.

—Espera, yo necesito decirte algo importante.

—¿Qué cosa?

—Te amo —pronunció derramando la primera lágrima.

Mía lo miró y sonrió.

—Yo también te amo, mi amor hermoso. Y siempre, siempre, voy a estar a tu lado.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora