38

1.9K 325 47
                                    

—Todo va a estar bien ¿Sí? Ve adentro, toma un vaso con agua, y espérame —le sonrió suavemente—. Yo hablaré con él.

Mía no dijo nada, simplemente hizo lo que Nora le pidió, y la dejó a solas con Dante, quien la había seguido por detrás.

—Escucha, ella ahora está muy nerviosa, y no está en condiciones de hablar contigo ¿De acuerdo? Si ella luego se siente mejor, y pide verte, te llamaré. Lo mejor ahora, es que la dejemos tranquila y le demos su espacio.

—Pero yo necesito h-hablar con ella. Mía c-cree que yo no la q-quiero, y eso no es verdad —pronunció frustrado, con lágrimas en los ojos—. Necesito hablar con ella.

—Mira, Dante, Mía aún es menor de edad, y tú seguramente ya habrás cumplido los treinta. Una relación con ella, en su frágil estado mental y emocional, se lo considera estupro ¿Entiendes? Es ilegal —le dijo serio—. Qué Mía no quiera verte, me parece lo más razonable que ha hecho hasta ahora.

—U-Usted estaba d-de acuerdo en que nos c-casáramos.

—Bien sabes que jamás me gustó esa idea tuya, si la acepté, fue sólo porque creí que de ese modo, Mía ya no escaparía. Pero evidentemente, ella no se sentía tan cómoda en tu casa como tú dijiste.

—Fue sólo un mal entendido —lloró frustrado—. Ella se m-molestó por el m-mensaje de una amiga... No-nosotros estábamos bien juntos, y yo la quiero mucho.

—Dante, si no te vas ahora-

—¡Mamá! —exclamó una niña de diez años, corriendo hasta ella—. Mía se encerró en el baño, y Augusto escuchó ruidos de vidrios. Ven mamá, rápido —le dijo asustada.

Y Nora y Dante no lo dudaron ni por un segundo, ambos entraron corriendo a la casa, el rubio siguiendo a la señora Bate hasta el baño.

—¡Mía! Abre Mía, abre cariño —le pidió desesperada, golpeando la puerta—. Por favor, Mía, abre la puerta. Hablemos, hija, abre.

Dante se agachó y miró por el agujero de la cerradura, espantado al verla sentada en el suelo, sin moverse.

—Córrase —le dijo antes de empezar a empujar la puerta con su hombro, golpeándola para poder abrirla.

—Mamá ¿Mía está bien? —lloró asustada la niña, siendo abrazada por Nora.

—Ve con Augusto a la sala ¿Si, mi amor? Sólo un momento.

—Pero-

—Vayan ahora —les dijo sacándolos del pasillo, en el momento que Dante abrió la puerta.

—No, no, Mía —pronunció desesperado, arrodillándose a su lado—. ¿P-Por qué lo hiciste? Mía.

Lo miró por un momento, con la vista borrosa, antes de cerrar los ojos, con la última imagen de él, tomándola en brazos.

***

La observó, con lágrimas en los ojos, y miró una vez más su reloj pulsera. Ella ya tendría que haber despertado, así se lo había dicho el doctor. Pero Mía seguía dormida.

La tomó de una de sus manos, y la acarició suavemente, sin poder dejar de mover una de sus piernas, haciendo sonar el taco de su zapato en el suelo.

—N-No quiero que t-tú también me dejes —susurró en un tono quebrado—. Soy feliz a t-tú lado, y yo también te amo mucho, Mía.

Se abrazó al pecho de ella, y sollozó en silencio. Si no fuera una clínica privada, a él no le hubiesen permitido estar allí. Sin contar, con que ya la habían estabilizado.

Se había cortado las muñecas, y aunque había perdido mucha sangre, los cortes no habían sido mortales en su caso. Pero sí eran una advertencia, ella necesitaba ayuda profesional.

La escuchó quejarse, y se levantó, tocando su mejilla con una de sus manos.

—Mía —pronunció bajo, secándose las lágrimas con su mano libre.

Frunció el ceño, apretando los ojos, y luego suavemente los abrió, luciendo confundida.

—Me asustaste mucho —le dijo afligido, con tristeza.

—Vaya, una vez más fracasé —murmuró cerrando los ojos.

—No digas eso, tuve mucho miedo de perderte. Perdiste mucha sangre, llegaste inconsciente aquí.

—¿Y Nora?

—Está en la sala de espera.

—¿Puedes decirle que venga?

—Sí, le diré en un momento, quiero quedarme un poco más contigo.

—Creí que había sido clara cuando dije que ya no quería verte.

—Mía —pronunció angustiado—. Te amo, eres muy importante para mí, eres muy importante en mi vida, y no quiero perderte.

—Sabes, si me lo hubieses dicho ayer, te habría creído. Hoy no, Dante, sé que todo esto lo haces porque te sientes culpable, y porque sientes lástima de mí.

—No, no es verdad, yo-

—Quiero ver a Nora —lo interrumpió.

—Si tú me echas ahora, tus padres no dejarán que vuelva a acercarme a ti hasta que seas mayor de edad —le dijo con lágrimas en los ojos—. No podremos estar juntos.

—Perfecto, es lo que tú querías, que volviera a casa de mis padres, y no tener ningún tipo de relación con una menor.

Un sonido lastimero se escapó de sus labios, y asintió con la cabeza, antes de mirarla por última vez y salir de la habitación. Tal vez tenía un nuevo problema mental que sumarse, porque estaba enfermo si quería que una jovencita de dieciséis años, lo eligiera a él para quedarse en su vida.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora