Capitulo 18

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Sería una tontería alimentar cualquier pensamiento romántico en lo referente a
Kendall. Ella sabía mejor que nadie la clase mujeres que le gustaban. Se había ocupado
de mandarles flores, de comprarles regalos, de reservar mesa en restaurantes de
moda para Kendall y su acompañante del momento.
No podía competir con aquellas desenvueltas y bellas mujeres, y el mero hecho
de intentarlo sería una locura. Enanita. El apelativo de su padre resonó en su mente.
Era evidente que a Kendall le gustaban las mujeres físicamente bellas, pues nunca lo
había visto con ninguna que no lo fuera. Su vida amorosa parecía un desfile de
concursantes para el título de Miss Universo.
 Kendall podía pensar que su pelo era bonito, o disfrutar con su sentido del humor.
Pero eso estaba muy lejos del amor. Los hombres como Kendall no se enamoraban de las
mujeres como ella.
Pero no estaba seriamente enamorada de él. Solo estaba un poco encaprichada, y
eso no iba a llevar a nada más. No podía permitir que se convirtiera en algo más
profundo, porque solo una tonta permitiría que su jefe le rompiera el corazón.

..*..

—Tranquilo, muchacho, tranquilo —Cameron Gallagher trató de apaciguar al
enorme semental acariciándole el cuello.
El gran caballo negro estaba encerrado en un corral. Kendall y Trent estaban junto
a la valla, observando cómo trabajaba Cameron con el animal.
—Es precioso, ¿verdad? —dijo Trent.
—Desde luego —asintió Kendall.
—Cam lo atrapó hace un par de semanas en un cañón por el que suelen deambular
varias manadas de caballos salvajes —explicó Trent—. Hacía varios meses que le había
echado el ojo.
—Se nota que sabe manejar a los caballos —dijo Kendall, observando las maniobras
de aquel vaquero alto y moreno con el animal.
—Lo único que le interesa a Cameron son los caballos, su esposa y su hija... no
necesariamente por ese orden.
Trent hizo un saludo con la cabeza mientras Cameron se acercaba a donde
estaban.
—Hola, Cam.
—Hola, Trent —saludó Cameron.
—Este es Kendall Schmidt, de Great Falls. Le estaba contando lo bien que se te da
atrapar y domar caballos.
—¿Es usted ranchero, señor Schmidt? —preguntó Cameron mientras estrechaba
la mano de Kendall.
—De momento no, pero puede que en el futuro. En algún momento me gustaría
tener un pequeño rancho con algunos caballos —contestó Kendall, sorprendiéndose al
comprobar que lo que acababa de decir era cierto.
—Hay mucha tierra sin explotar en Mustang. —Probablemente buscaré por la
zona de Great Falls —contestó Kendall. Tomó nota mental para tantear la posibilidad de
comprar alguna propiedad cuando regresara a Great Falls.
—Espero que tenga suerte —dijo Cameron, que apenas podía disimular sus ganas
de volver con el caballo.
Trent miró su reloj.
—Supongo que ya va siendo hora de que volvamos. Elena y yo tenemos nuestra
sesión con Barbara después de la cena.
—¿Qué te decidió a hacer el cursillo? —preguntó Kendall mientras regresaban al
todo terreno de Trent. Trent se encogió de hombros. —Elena pensó que nos vendría
bien —dedicó a Kendall un guiño cómplice—. Ya conoces a las mujeres, les encantan este
tipo de cosas.
—¿Y a ti no te importó? —preguntó Kendall. Trent sonrió como si fuera poseedor
del secreto más fantástico del mundo.
—¡Claro que no! Me hace feliz lo que le haga feliz a ella, y esto tampoco requiere
tanto esfuerzo.
 Kendall volvió a sentir una envidia atípica en él. Mientras regresaban al rancho
pensó en la sonrisa de Trent. Había sido algo más que el simple gesto de un hombre
feliz. Había sido la sonrisa de un hombre que había encontrado el secreto de una
profunda dicha, y lo había encontrado en la felicidad de su esposa.


 Kendall nunca había pensado demasiado en el matrimonio y la familia. Nunca le
habían interesado esos temas. Pero de pronto empezaba a pensar en la idea, tratando
de imaginar lo que sería amar a una mujer todos los días y noches de su vida. ¿Qué
sentiría sosteniendo entre sus brazos a un Kendall Júnior o a una Ashley recién nacida?
Por primera vez en su vida, la idea no lo asustó.


Tal vez había llegado el momento de empezar a buscar una esposa. Tenía treinta
y tres años. Si iba a tener familia, no quería empezar cuando ya fuera demasiado
mayor como para disfrutar de los niños.
—¿Te gusta ser padre? —preguntó a Trent.
Trent asintió.
—Aunque no haga otra cosa en la vida aparte de criar a mi hijo, ya habré hecho
algo importante —replicó. Tras una pausa, sonrió y preguntó—: ¿Te pone un poco
nervioso el embarazo de tu mujer?
—El embarazo... Oh, sí... un poco —por un instante, Kendall sintió el impulso de
sincerarse con Trent diciéndole que su matrimonio y el embarazo de _______ no eran
más que mentiras.
—No te preocupes —dijo Trent—. Tener hijos es casi tan divertido como
hacerlos.


 Kendall le dedicó una débil sonrisa. El impulso de sincerarse pasó. No tendría
sentido decir la verdad y arriesgarse a perder a Brody como cliente por un
momentáneo ataque de mala conciencia.
Cuando llegaron al rancho, Trent fue a reunirse con su esposa y Barbara en la
biblioteca, y Kendall subió a su habitación, donde encontró a _______ caminando de un
lado a otro.
—¿Intentas hacer un agujero en la alfombra? —preguntó.
—No, solo estaba pensando —contestó ella, y se sentó en el sofá con expresión
preocupada—. ¿Has visto los caballos del cuñado de Trent?
—Algunos —Kendall se sentó en el borde de la cama.

Sabía que se había ido bruscamente, dejando allí sola a _______. Pero, de algún
modo, sentía que todos aquellos inquietantes pensamientos sobre el matrimonio y la
familia giraban en torno a la mujer que estaba sentada frente a él. Y eso lo asustaba.
Desde que _______ empezó a trabajar para él, dos años antes, no solo sus
negocios, sino también su vida personal, habían fluido con gran suavidad.
El año anterior a encontrarla había tenido cinco secretarias. Intuía que
encontrar una esposa adecuada sería mucho más fácil que encontrar una buena secretaria.
Y no estaba dispuesto a arriesgar lo que tenía siguiendo un impulso de locura o
cediendo al absurdo deseo que sentía por ella en algunos momentos.
—¿Qué quieres hacer antes de comer? —preguntó _______—. ¿O tienes ya algún
plan? —miró su reloj—. Aún tenemos una hora y media libre.
—Tú haz lo que quieras —Kendall se tumbó en la cama—. Yo creo que voy a echar
una pequeña siesta —era hora de recuperar y mantener las distancias con ella. Cerró
los ojos, demasiado consciente de su presencia en el dormitorio.
—De acuerdo. Entonces nos vemos en el comedor.
 Kendall gruñó una ambigua respuesta. Oyó que _______ se levantaba y sintió que lo
miraba, dubitativa. Luego oyó sus pasos mientras salía del dormitorio.
Suspiró, aliviado, esperando que el aroma de su perfume se fuera con ella.
Cuatro días más y aquella loca semana habría acabado. Cuatro días más y estarían
de vuelta en Great Falls.


Se Busca Esposa (Kendall y Tu) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora