Capítulo 4

24 1 0
                                    




Sin decir nada más, ella se levantó y salimos de mí casa, la suya no quedaba tan lejos de la mía, pero al final no terminamos allá, porque a mitad de camino, detuvo nuestro paso.

—¿Sabes? Mejor vamos a otro lugar.

—P-pero ¿no te estarán esperando en tu casa?

—No se preocuparán ahora pensándolo mejor, te lo aseguro.

La seguí sin vacilar, para mí, si algo era junto a Everest, no me hacía falta pensarlo mucho. El camino estuvo muy largo, y más para mí que me cansaba muy rápido, Everest tenía más resistencia porque corría a veces, pero ¿yo? A penas me pude levantar esa mañana, y todo por ella.

—¿El cementerio? —pregunté extrañado, mi mente trató de procesar todas las ideas que se venían a ella. Un cementerio no era un lugar normal para llevar a una persona.

—Sí. Y no te preocupes, no está en mis planes enterrarte vivo —me reí.

Para mí todos sus chistes o bromas eran graciosas, por eso me reía de cualquier cosa que saliera de su boca. Pasamos a través de la cerca que nos dividía del cementerio y como siempre hacía, la seguí por el camino que iba. Caminamos alrededor de muchas lápidas hasta llegar a un punto vacío, me corrijo, casi vacío, en la tierra se hundían unos palos gruesos de madera que sostenían un banco también de madera desgastada.

—¿Por qué me traes aquí?

—Me gusta estar aquí, y tú dijiste que me querías acompañar, ahora abstente a las consecuencias —se sentó en el banco quedando de espaldas a mí—. Ven, siéntate —le dio golpecitos al espacio a su costado mientras me miraba, hice caso a lo que dijo y, admiré la vista que tenía de un lago que no me había fijado que estaba ahí hasta ese momento.

—Considerando que pensé que te acompañaría a tu casa, no debería abstenerme a ellas.

—Pero te caigo bien, así que no te molesta estar aquí, conmigo.

—No te equivocas en eso.

Recuerdo bien que los silencios entre nosotros casi nunca eran incómodos, como casi no hablábamos, nos quedábamos callados, y eso para nosotros no era un problema, porque nuestro silencio no era pesado, y ese tipo de cosas era lo que necesitábamos cada uno en ese punto de nuestras vidas, yo alguien con quien poder sentirme a gusto, y ella a otro alguien en quien confiar, aunque sea un poco.

—No soy muy buena empezando conversaciones serias, por lo mismo, pregunta lo que quieras, yo también haré lo mismo, ¿te parece?, quiero conocerte más aunque no parezca.

—Yo también.

—Eh, ¿Blee? —interpeló hacia mí al notar que no decía nada.

—Sí, em... c-creo que la pregunta que tendría más sentido en este momento sería, ¿por qué te gusta venir aquí?

—Cuando te dije que perdí a alguien, lo recuerdas ¿no?

Todo sobre ti, Eve.

—Por supuesto.

—La persona que perdí está aquí.

—¿Quién era?

—Mi hermano.

—¿Eran muy cercanos?

Sé que esa pregunta no tiene mucho sentido para algunas personas, tal vez dirán ese típico "Eran hermanos, claro que eran cercanos", pero era consciente de que no todos los hermanos se llevan bien, algunos ni siquiera se dirigen palabras seguido.

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora