Capítulo 12

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—Y ¿qué pasa si las cosas se quedan dónde están? Como un lapso que nunca acaba, a veces es exhausto cuando me quedo en mi habitación haciendo, literalmente nada, como si el mundo me obligara a quedarme ahí y no saber de absolutamente nadie, y no es que me moleste, pero, no quiero que mi vida se base en eso.

—Es lo mismo que pienso, me gusta estar aquí, en mi habitación, solo, pero hay veces que necesito estar con alguien.

—Espero que mi presencia sea bastante.

—Es más que eso, gracias por estar aquí.

Ella y yo seguíamos en mi habitación, ya el helado se había acabado y no estábamos sentados y de piernas cruzadas, estábamos acostados boca arriba y mirando al techo, hablando de cualquier cosa que se nos viniera a la mente.

—Sabes que me gusta estar contigo, nunca será un problema —aunque estaba agradecido de que pensara eso, había una pregunta que rondaba en mi mente, y mi curiosidad llegó a un límite ese día.

—¿Qué pasa entre tú y tu mamá?

Se quedó callada unos segundos, quizás pensando.

—Es complicado.

—Trataré de entenderlo.

—No quiero aburrirte.

—No lo harás, me interesa y me gusta escucharte. El día que nos vimos por primera vez, tú... mencionaste algo sobre tu madre, ¿fue por ella que saliste de casa?

—Sí —musitó.

—¿Qué pasó?

—Discutimos, como casi siempre, fue por algo estúpido. Había salido de casa la noche anterior, fui al cementerio.

—Es peligroso de noche.

—Lo sé, pero tenía que pensar un rato ya que, también había discutido con ella, no supo de mí hasta el día siguiente, y después de discutir, prepararé té, me gusta mucho el té, y ahí cuando salí, nos encontramos.

—De algo tan desagradable salió algo tan bueno.

—¿El qué?

—Nosotros. Solamente discuten y ya ¿verdad?

—Sí.

—En aquel momento, lo del golpe fue nada más ese día ¿supongo bien?

—Ajá.

Mentira.

—Podrás con eso, se ve que eres fuerte.

—No todo el mundo es lo que parece —se escuchó tan segura cuando lo dijo.

—¿Qué estás tratando de decirme?

—Puedes deducirlo, eres inteligente.

Sí, era verdad, podía deducirlo, lo deduje en realidad, pero quería que ella lo dijera, que su vida no era lo que yo creía que era, que las cosas que me decía, me las decía a medias porque pensaba que probablemente iba a dejarla de lado. Ella sólo quería tenerme fuera del embrollo en el que estaba metida.

—Lo haré.

—Blee, tengo que irme.

—¿Ya?

—Sí.

—¿No puedes quedarte? Simplemente un poco más.

—Podría hacer una pequeña excepción.

Nuestras manos que estaban a cada lado de nuestros cuerpos se rozaban entre sí, ella tomó la iniciativa de tomar mi mano. Su piel siempre fue tan suave.

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora