Capítulo 26

11 2 0
                                    




No podré ir.

—Pero prometiste que íbamos a ir.

Lo sé, Blee, pero se me presentó esto y no puedo evadirlo, te prometo que para la próxima estaré disponible. Créeme cuando te digo que no quisiera que esto pasara, no lo planeé, pensé que estaría libre.

—Okey, okey, entiendo, ¿crees que el jueves podremos vernos?

Sí, estoy cien por ciento segura de que ese día sí estaré disponible.

—Bueno, también creíste que estabas disponible para mañana —di vueltas y más vueltas, caminé alrededor de mi habitación tomando todo lo que estaba a mi alcance y poniéndolo en su lugar otra vez, mientras, al otro lado de la línea estaba Everest explicándome que no podía reunirse conmigo el martes.

Blee, no empieces.

—Lo prometiste.

No puedo controlar eso, tú lo sabes, si mis padres dicen que tengo que salir con ellos y mi hermana por dos días, tengo que hacerlo.

—Disculpa, en serio, lo que pasa es que sí quería salir contigo.

Yo también, pero estoy... casi cien por ciento segura de que el jueves podremos salir.

—Bien.

¿Seguro?

—Sí.

¿Muy, muy seguro?

—Sip.

De acuerdo, entonces te hablaré luego ¿sí?

—Sí.

Cortó y me quedé parado en el centro de mi habitación mirando al vacío, bufé y me resigné a sentarme en la orilla de mi cama, lancé mi celular al otro extremo y casi por un poco cae al piso, pero eso no pasó. Entonces me lancé yo hacia atrás chocando mi espalda con el colchón. Mis planes con Everest de ir a la cafetería en donde iban ella y su hermano se cancelaron, entonces el martes no tuve nada más que hacer aparte de leer, escribir, quise salir a correr, pero me quedé dormido y no me levanté, y para la tarde ya no quería ni pararme de mi cama.

No hace falta ni mencionar que mi madre se pasó por mi habitación como cuatro veces ese día, y mi papá cuando llegó quiso hablar conmigo.

—Creí que hoy saldrías con Everest.

—Yo también —recosté mi cabeza en el espaldar de la cama y cerré mis ojos un momento. Estaba agotado por tanto leer y... hacer nada, creo que eso nos pasa a la mayoría de individuos, nos sentimos cansados porque no hacer nada nos causa más estrés.

—Cuéntame, ¿qué pasó? —tomó asiento en la silla giratoria delante de mí escritorio, de brazos cruzados, con el ceño levemente fruncido.

—Tuvo que salir con su familia.

—¿Qué hay de malo con eso?

—Tenía muchas ganas de salir con ella hoy.

—Pueden salir otro día.

—Lo sé.

—Entonces problema resuelto, la ves otro día, estoy seguro de que no será el fin del mundo por eso. Baja a cenar en unos minutos ¿entendido? —iba a irse pero lo detuve.

—Papá.

—¿Sí?

—¿Cuándo supiste que estabas enamorado de mamá?

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora