Capítulo 13

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—¿Te veo mañana?

Nos paramos delante de la puerta de su casa para despedirnos finalmente, la sensación de despedirme de ella me hacía apreciar de manera más intensa cada minuto a su lado.

—Sí, gracias por acompañarme —en un rápido movimiento, llevó sus cálidos y suaves labios a mi mejilla—. Tus mejillas van a explotar —mencionó de forma que pareció burlona, pero tierna.

—¿Estoy... s-sonrojado? —pregunté lo obvio.

—Sí, la mayoría del tiempo lo estás.

Cada momento, si era contigo.

—Ya entra, no puedo dejar que te burles de mí.

—No me estoy burlando de ti —dijo entre risas—, te ves tierno sonrojado.

—Everest —nombré, con timidez, cabizbajo. Y moví mi pie izquierdo de un lado a otro comprimiendo una sonrisa—, ya.

—Ya, ya, está bien —sacó unas llaves de su bolsillo, giró para abrir la puerta y antes de entrar y cerrar la puerta de vuelta se despidió de mí—. Adiós, Blee.

—Te veo luego.

Las oscuras calles del vecindario parecían lucir vacías, y el frío viento le daba un aire un poco sombrío a el ambiente. Esa noche casi no llegué a casa, pues como dije, parecían lucir vacías, y alrededor siempre había alguien encapuchado entre las sombras esperando por su presa, por decirlo de una manera más dramática. Por eso, justo a mitad de camino unos fuertes, musculosos y hoscos brazos rodearon mi boca y mi torso, me moví entre sus brazos y pataleé, pero no me soltaba.

En mi campo de visión nada más se hacía visible la oscuridad en la estrecha calle en la que me adentraba. Asustado, mordí la palma de su mano. Mala idea. Lo único que logré fue que liberara mi boca y me propinara un puñetazo en la mejilla izquierda. Sentí que me iba a desmayar por un momento, y el lado izquierdo de mi cara me dolió como nunca.

—Si vuelves a hacer eso, te golpearé hasta rompes tus huesos, ¿comprendes? —la voz del tipo era muy grave, y retumbó en mis oídos cuando habló.

Yo con la poca energía que me quedaba, le contesté.

—N-No lo entiendo, ¿q-qué quieres de mí? Puedo darte lo que quieras —mala opción, Blee.

—Hazlo entonces.

Para mí suerte (sarcásticamente) yo no tenía ni mi celular, ni dinero, ni nada de mucho valor. Revisé mis bolsillos, nervioso, pero no encontré nada, él todavía sostenía mi torso.

—No tengo... no tengo nada.

—¿En serio te arriesgarás a no darme nada, niño? ¿Sabes que puedo matarte?

—Es en serio, no tengo... —no me dejó acabar porque me volvió a pegar con su puño, pero fue más violento, sentí sangre escurrirse en mi labio y bajar hasta mi mentón, y un incontenible dolor en todo el lado izquierdo de mi cara.

De fondo, se escuchó la voz de otro chico gritando hacia nuestra dirección, para aquel momento, yo ya estaba demasiado asustado y creí que la otra persona iba a ayudarlo a dejarme en pedacitos, pero fue al contrario. El chico era delgado, no como yo, era más musculoso. Caí al suelo de sopetón cuando el hombre me soltó y se mandó a correr, el chico rubio que parecía casi de unos veinte años fue a mi rescate y me habló para llamar mi atención, además de que estaba herido, mi vista se tornó difusa y mi subconsciente se sentía confuso.

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora