Capítulo 32

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Hablé con mi madre porque necesitaba que me acompañara al Mall para comprarle algo a Eve, sino ¿de dónde más sacaría el dinero para comprarle algo? Dah.

Y... al estúpido yo se le olvidó que le regalaría algo, entonces... tenía que hacer el proceso rápido.

—Estoy ocupada Blee.

—Es sólo un ratito —me senté en su regazo pegando mi cara a su mejilla—, en serio quiero darle algo a Eve.

—Estoy ocupada.

—Por favor.

—Tengo que terminar esto.

—Entonces, termínalo, y luego acompáñame al Mall —siguió tecleando cosas en su portátil y pasó de mí—. Por favor, por favor, por favor, por

—¡Sí, sí, ya! Espérame abajo, iré en unos minutos.

—¿En serio?

—Sí, ahora, vete antes de que cambie de opinión.

—¿Qué? No cambiarías de opinión.

—¿Me estás probando, Blee? —enarcó una ceja.

—Ya me voy, no dije nada, ¿qué te pasa? —rasqué mi cabeza y me hice el desentendido, caminé a la puerta y la dejé sola. Como me pidió, la esperé, impaciente, en realidad esperé minutos, pero sentí que los minutos avanzaban a la velocidad de un caracol.

—Listo, aquí estoy.

—Te tardaste mucho.

—¿Quieres que nos quedemos?

—¡No!

—Entonces ven.

Entré a la tienda y busqué collares con mi mirada, los vi y en un tris ya estaba examinando esos dorados y plateados accesorios. Pero no, no encontré lo que quería. Entré a otra y tampoco encontré lo que buscaba.

Finalmente, entré a otra más, y cuando pensé que no lo encontraría, apareció, ahí, el collar perfecto para Eve. Pero a este le faltaba algo, entonces me acerqué a mamá y le dije que hablara con la chica detrás del mostrador para que supiera los cambios que quería hacer en el collar.

—¿Qué? No, no. Es tú collar, tú regalo, hazlo tú.

—Pero, mamá ¿no puedes hablarle y ya?

—No, ya estás grande para estas cosas, puedes hacerlo tú.

—No, no, por favor. Es que... me da vergüenza.

—Agh, Blee, por el amor de Dios. ¿Me obligas a venir aquí para que después yo me tenga que hacer cargo?

—P-Pero...

—Dile.

—Agh, bien, bien, yo lo haré.

Tomé valentía y, con voz temblorosa, le dije a la chica con exactitud lo que quería que hiciera con el collar. Ella dijo que en tan sólo tres días estaría listo. Perfecto. Tres días eran perfectos.

Everest y yo caminábamos hacia la cafetería, estaba muy emocionado porque ya mañana era su cumpleaños, ya había buscado el collar y ya tenía todo lo que quería hecho, todo andaba bien.

—Sabías que la primera vez que te dejé entrar a mi habitación, sí había un calcetín en el piso?

—¿En serio?

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora