Capítulo 15

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Nunca he sido un chico de palabras como he mencionado antes, las cosas con las cuales me identifico no son de agrado para los demás, las miradas de la gente, ya sea en la calle, preparatoria, o incluso mi familia eran críticas y juzgonas. Cuando Everest y yo nos empezamos a conocer mejor y a juntar más, no me esperé que esa faceta tímida, vergonzosa y callada se fuera de repente, es confuso si tomamos en cuenta que también solía hablar de más, pero era en ciertas circunstancias. Entonces, ese lado que llegó después de ella, se quedó con ella.

—¿Qué le pasó a tu labio?

—¿No te lo dije ya?

—No —su voz, esa dulce voz.

—En la noche cuando quise volver a casa, un tipo me atacó, gracias a Dios que un chico que pasó por ahí lo detuvo y me hizo compañía —mientras más contaba, más se abrían sus ojos, preocupada era la palabra para describir.

—¿Por qué no dijiste nada? Pudiste haberme llamado cuando llegaste a casa.

—No quería estorbar —fue como si mis palabras la confundieran y arrugó el entrecejo, casi indignada.

—¿Estorbar? No eres un estorbo —se incorporó rápido en la cama—, no lo eres y nunca lo serás. ¿Tú crees que pienso eso de ti?

—No, no —me apoye en mis codos de manera que nos viéramos más cómodamente—, es que no quiero preocuparte ¿okey?

—Puedo entender eso, pero... sólo dime cuando te pase algo ¿está bien?

—Bien, lo prometo.

¿Qué? ¿tus sentimientos están creciendo, Everest?

—Ya vuelvo.

—Mhm.

Me incorporé de la cama y di un pequeño recorrido por su habitación, se sentía extraño que su habitación siendo tan grande, las cosas que había dentro eran pequeñas y poco llamativas.

Cuando regresó, tenía ropa en sus manos y me la pasó.

—Esta ropa era de mi hermano. La tuya está mojada y no es bueno que te la dejes puesta, así que... esta es la única opción que tengo.

—Gracias, ¿dónde puedo...?

—Al fondo del pasillo izquierdo.

Ese pasillo siempre me dio escalofríos, oscuro y con fotos familiares en las paredes, y más al ser consciente de que en esas fotos estaba una persona ya muerta.

El baño, a que no adivinan de qué color era, exacto, blanco, ¿acaso todo era blanco en esa casa? Sí, la mayoría de las cosas.

La ropa que me había entregado Everest era un pijama, un pantalón gris oscuro algo ancho y cómodo, y una camiseta blanca también cómoda con el logo de Marvel en el centro, al parecer el hermano de Everest era todo un fanático. Ya con la ropa puesta salí del baño y me quedé admirando las fotos colgantes a ambas paredes. En una, estaban todos incluyendo a su hermano, atrás los padres, su madre con una obvia sonrisa forzosa, su padre con una radiante sonrisa, delante los hijos, primero su hermana con una sonrisa de boza cerrada, su hermano con una sonrisa al igual o más radiante como la de su padre, y por último y la más importante, una Everest más pequeña, casi no sonreía, tenías que acercarte para percatarte de que tenía la comisura derecha un poco, sólo un poco levantada.

¿Por qué no sonreías, Eve?

—¿Blee?

—¡Eve! —exclamé, sobresaltado cuando escuché su voz.

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora