Capítulo 14

25 2 0
                                    




Cuando desperté ese día, sentí un leve dolor en mi labio, pero nada tan grave. Lo único que enmendaba ese día era que, número uno: salí vivo de lo de la noche anterior. Número dos: era domingo, estaba

libre. Número tres: los domingos me recordaban a Everest intensamente. Número cuatro: iba a ver a Everest.

¿Que si estaba emocionado por verla? Eh, obvio.

Lo primero que hice fue tomar mi teléfono y ver su chat, en su foto estaba ella sentada en el césped, de fondo el atardecer se reflejaba en el cielo, su cabello rizado se mezclaba entre sus manos que abrigaban sus brazos, parecía tener frío, era notable que no fue ella quien tomó la foto. Nunca pude enterarme quién fue que tomó esa foto de ella, ¿su madre?, ¿Su padre?, ¿su hermana? Tal vez... ¿su hermano? Aunque sí sé que cada vez que me pasaba por su chat, la observaba, con plena admiración y pasmo.

—¿Blee? ¡Ey! —al estar distraído viendo a Eve a través de la pantalla, no me fijé que mi madre estaba llamando a mi nombre.

—¿S-Sí?

—¿Qué te pasa? Ni siquiera me escuchas —se acercó y arrebató mi celular de las manos, así pudiendo ver lo que este evidenciaba—. Blee —suspiró—, la verás más tarde.

—Lo sé.

—¿Entonces? —preguntó, como si su hijo no hubiese tenido remedio.

—Ma, ya déjame —le quité mi celular de vuelta, y volví a cubrirme con la sábana.

—Baja a desayunar —avisó antes de cerrar la puerta y dejarme solo.

Con pesadez me levanté, el viento que entraba desde la ventana abierta, golpeó mi rostro. Yo ignoré eso, entonces me levanté y cerré la ventana.

Me di un baño y me vestí. Definitivamente iba a verla, claro, sino, para qué más estaría bañándome un domingo en mi casa.

No lo sé, Blee del pasado, quizá para no tener olor a cloaca todo el día.

Ya abajo, fui a la cocina encontrándome ahí a mis padres, mi padre se veía apurado mientras desayunaba, y mi madre como siempre estaba ahí, en su computador, como la mayoría del tiempo. Nos dimos los buenos días, me senté al lado de mi padre y empecé a devorar la comida que estaba en mi plato, que seguramente había cocinado mi mamá.

—¿Vas a visitarla? —la pregunta de mi padre me tomó por desprevenido un segundo, pero luego recordé que mi mamá le cuenta todo a él.

—Ella ya te lo dijo —señalé a mi madre—, lo sabes.

—Es tu padre, ¿debería ocultarle algo? —comentó, con la mirada en la pantalla.

—Pues... no.

—¿Tendría que agradecerle a Everest personalmente?

—¡No! N-No te dejaré... —al notar que la mujer delante de mí quería decir algo, la interrumpí— Tú tampoco, a ninguno de los dos. No tienen que agradecerle por nada.

—Claro que sí, te saca de tu habitación, y estoy seguro de que no te pidió que lo hagas.

—Emm, no, ¿por qué debería? —no contestó, pero sí miró el reloj en su muñeca, casi saltó de su silla cuando se paró para despedirse de nosotros e irse a su trabajo.

—¿Tenías que decirle? —interpelé ya estando solos.

—¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿no decirle?

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora