Capítulo 30

17 1 0
                                    




Las semanas siguientes nos la pasamos saliendo a la cafetería, corríamos por las mañanas, no sólo los sábados, sino que cuando se nos antojaba, nos poníamos de acuerdo para correr juntos.

La descubrí un par de veces corriendo sola, y no nada más en las mañanas, pero también en las tardes, me preocupó ese hábito que tomó, que aunque la beneficiara, lo hacía como si fuese una obligación, un fastidio más en su lista. Porque todas las veces que la vi corriendo sola cuando pasaba por la acera de mi calle, se veía con unas obvias ojeras y su cabello desalineado, no me molestaba, se le notaba sexi cuando andaba con su cabello alborotado, lo que estaba mal es que ella no era así, siempre andaba con su cabello acomodado, ya fuese suelto, en una coleta, con una trenza de lado. No salía a la calle o se presentaba delante de los demás con su cabello así.

Y después, se presentó un hecho para nada gratificante, una tarde que se sintió como el mismísimo caos, una tarde que me dolió de por vida. Ver sus ojos heridos me dolió.

—Creo que ya debes irte ¿no? Sabes que me gustaría que te quedaras más tiempo, pero no estoy segura de si mis padres estarían contestos con...

—¡Everest!

—Ay no, ay no, ay no. Vete, vete, vete —el grito de su madre retumbó por toda la casa.

Everest y yo estábamos viendo películas y conversando en su habitación, fue así la tarde completa. Su hermana entró y nos vio ahí, pero ella nada más negó con la cabeza y no la volvimos a ver más, Eve creyó que no pasaría nada, pero Kristal no mantuvo el silencio y se lo contó a Aubrey.

Tan rápido como pudo me llevó a la puerta trasera y me sacó, noté el temor en sus ojos, ella ya estaba consciente de que algo muy malo estaba por pasar.

—Blee, no importa lo que escuches, no importa lo que pase, sin importar lo que veas, no llames a nadie, no entres por esta puerta, y no hagas ni un solo ruido.

—Pero—

—Haz lo que te digo —cerró la puerta con toda la paciencia que pudo para que no se escuchara ni un pequeño rechinido, y desde que desapareció, dentro de casa empezaron a escucharse los gritos.

—¡No entres a ese chico a tu vida, Everest!

—¿Por qué no te gusta verme feliz? ¿Por qué siempre quieres alejarme de todo lo que me gusta?

—¡Para que entiendas que no todo se puede obtener en la vida, niña malcriada! ¡Y si te tengo que someter a algo, lo haré! ¡Para que entiendas lo miserable que es mi vida desde que llegaste a este mundo!

—¡Entonces ya no lo intentes, ignórame, no me dirijas la mirada si quieres, pero ya no sigas haciendo esto! ¡Me lastimas!

—El amor es patético, Everest, eres una niña estúpida.

Después se escucharon más gritos y lo otro fueron golpes en seco, cosas rompiéndose. Eve le rogaba que parara de hacer no sabía qué y su mamá por lo que entendí no se detenía.

—No. Detente, por favor. Ya basta... —su voz se deterioraba cada vez más, pidiendo ayuda. Mi conciencia me imploraba por entrar, hacer algo.

—Eso es para que aprendas. Debí abortarte. Pero tu maldito padre estaba desesperado por tenerte. Y ahora ni siquiera te da la atención que quieres. Eso obtienes por hacerme la vida miserable.

—No... no es mi culpa, mamá.

—¡Cállate!

Luego no percibí otro ruido más. Esperé a que saliera pero ella no daba señales. Hasta estuve a punto de entrar, sin embargo, minutos después salió tambaleante y consternada. Su cuerpo pintado en moretones y algunos rastros de su cara manchados con sangre.

—Eve...

Sollozó a medias, e intentando no sonar exagerada, mordió su labio inferior tratando de hacer que ni un mínimo sollozo de parte de ella se hiciera audible y ahogando su llanto, sus labios temblaron. Sus ojos me permitieron ver su dolor, su sufrimiento. Se desparramó en mis brazos, cayó hacia ellos esperando que la atrapara en su más oscuro momento. Gritó contra mi pecho que ahogaba sus alaridos. Me percaté de que su cuerpo no se sostenía por sí solo, entonces cuando comenzó a caerse con lentitud al piso, yo la sostuve y me agaché con ella. Nos enganchamos el uno al otro, apoyados del muro detrás de nosotros.

—Perdón, perdóname tanto. No deberías estar aquí.

—No entiendo por qué siempre pides disculpas, si no has hecho nada malo.

—Y-Yo...

—Everest, por favor di algo.

—Tengo miedo, Blee.

—Lo sé, hermosa, lo sé.

—No sabes cuánto espero que algún día pueda decir que tengo una familia feliz. Que finalmente estoy bien. Que a pesar de que tengo un amigo, también tengo a mi familia, y que eso es lo importante, pero no puedo, Blee, no puedo —cada palabra salió entrecortada y balbuceada, y que estuviera contra mi pecho llorando no ayudaba.

Pero yo estaba para ella ¿no? Supongo que ella al final no estuvo para mí.

Blee, no, no seas egoísta, ella tenía que irse.

—Te apoyaré en lo que sea, no importa qué sea, te apoyaré.

—G-Gracias.

—Eve. Necesitas ayuda. Habla con tus padres, tienes que ir a un psicólogo. Todos necesitan ir, esto no es saludable.

—N-No, no me van a hacer caso.

—Tienes que intentarlo.

—¿Y si me pasa como las otras veces que lo he intentado? —su voz fue tan aguda y vulnerable.

—No puedes determinar lo que puede pasar, inténtalo. Esto se les está saliendo de las manos.

—Ya ni siquiera tenemos control en la situación.

—Aw, Eve —mi corazón dolía por ella, verla tan sensible y lejana a todo me quemaba en el interior. No hablamos por un muy largo rato, acaricié su cabello, intentando calmarla. Supe que todavía lloraba porque aunque no hipaba ni sollozaba, la tela de mi camiseta se mojaba más y más por sus lágrimas.

—Siento que soy tu más preciada gema, y no quisiera dejar de sentirlo porque sé que no lo soy, y si me estoy equivocando, entonces no quiero dejar de serlo, porque creo que nunca había sentido lo que es ser la prioridad de alguien, hasta que llegaste tú. Sé que suena estúpido, puede que inmaduro, eso lo sé. Cuando mi hermano falleció, todo cayó abajo, y he estado tan sola todo este tiempo, que tú eres lo único cercano a un mejor amigo que tengo, eres más. No quiero que esto te aleje de mí. No sabes cuánto miedo tengo de que te alejes y tenga que seguir viviendo la misma mierda de cada día.

Lo sé. Si tan sólo tú te hubieses quedado.

—Quiero que luches por ti ¿está bien? Quiero que sigas a mi lado pero tienes que saber que tu bien es lo más importante y... por Dios, Eve...

—¿Qué estás suponiendo?

Por más que me doliera decirlo, era lo correcto.

—Es que... sé que te he dicho que no lo haría pero, si no estar juntos es la solución, entonces deberíamos... alejarnos.

Por una Taza de Té [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora