4. Algo imposible de evitar

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Cuando estaba en noveno grado, decidí pedirle a papá que me cambiaría de escuela.

Para eso entonces yo ya no tenía amigos y estaba todo el tiempo sola. Pensé que lo mejor sería tener un cambio, comenzar las cosas desde cero. Nueva escuela, nuevo entorno.

Y así fue, con el tiempo comencé a tener nuevos amigos. Fue entonces cuando conocí a Vesper y Akira.

Pero existe alguien a quien aún no hemos mencionado.

Rome.

Y hablando del Rey de Rome... Acaba de entrar por la puerta de la cafetería en este preciso instante.

Akira se encontraba sentada al frente mío, y junto a ella, estaba Vesper, comiendo su extraño guiso de zanahorias, receta especial de la abuela, según ella.

— ¿Dónde estabas? —Le preguntó Akira a Rome. —Desapareciste todo el fin de semana.

—Pesca con papá.-respondió Rome. Vesper puso los ojos en blanco ante tal respuesta.

El señor Brown, el papá de Rome. Tiene la idea de que no suele pasar mucho tiempo con su hijo, lo cual es verdad. Así que ideó un plan de actividades para realizar con Rome. Pero lo que el pobre señor Brown no sabe, es que a su querido hijo no le gusta absolutamente nada que tenga que ver con la naturaleza.

—Deberías decirle que no te gustan sus actividades. —Comentó Rome.

—No puedo. —Dijo Rome. Sentándose al lado mío. —El realmente se está esforzando por pasar tiempo contigo.

—Si sigues haciendo esas cosas de viejitos, terminaran saliéndote canas a los diecisiete. —Soltó Ves. Rome ignoró tal comentario y fijó su atención en mí.

—Oí lo que pasó. — Ah no, ya lo sabe. —Es una pena lo que le pasó a Alistar. Tú...lo conociste bien, porque tú... ya sabes... — Que no lo diga, por favor, que no lo diga. — Eras amiga de Augusto.

Y... lo dijo. No quise decir nada al respecto, era verdad, yo fui amiga de Augusto Shwitch y conocí a su familia. Pero no solo eso, yo llegue a ser parte de su familia. Y el también de la mía.

Éramos los tres; Mitchell, Augusto y yo. Pero con el que más tenía apego, era Mitchell, no me malentiendan, nos llevábamos bien con Augusto. Pero Mitchell y yo fuimos amigos antes de que Augusto llegara.

Fue hace cinco años atrás. Y esa tarde de otoño, me dirigía a casa de Mitchell, en ese tiempo vivíamos a tan solo seis calles de distancia.

Resulto ser que Mitchell no solo me había invitado a mí ese día. El amigo que conoció en su clase de natación del que tanto me había hablado estaba en su casa.

Su nombre era Augusto.

Era un chico agradable, de carácter tranquilo. Toda su infancia la había pasado en otro país. Debido al trabajo de su padre. Cuando sus padres se divorciaron, la madre de Augusto junto con sus hermanos, se mudaron a Los Ángeles.

Al principio todo iba muy bien, los tres éramos un equipo inseparable. Augusto pasaba la mayor parte del tiempo en mi casa. Siempre trataba de trataba de estar lo más lejos posible de su casa. Para él y sus hermanos era difícil, más bien su madre era la difícil.

Recuerdo que todo el tiempo les exigía cosas absurdas a sus hijos. Cómo hablar tres idiomas, tocar instrumentos o estudiar en el verano. Y eso a Gus no le gustaba para nada.

Pero cuando Gus se reunía con nosotros, se sentía libre. Era capaz de mostrarle al mundo la verdadera persona que era realmente. Alguien muy distinto al que es ahora.

Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora