16. Adiós a una postal

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Ross, Theo y Gus llegaron al alba, logrando mantenerse con suerte en pie.

Según lo que me había dicho Beka, papá en cuanto los encontró se encargó de dejarles bien en claro quién era el adulto a cargo de ellos.

Mencionó que los tres ponían unas caras de disgusto. Que según Rebeka, era para darlas una cachetada.

Fue una lástima que no haya podido ver cómo los regañaban, pero es lo que pasa cuando los seres cómo yo, son incapaces de despertarse con facilidad.

Pero de cierta forma, era verdad lo que decía papá. Ninguno de nosotros tenía edad para beber, si hubiésemos tenido un accidente, él tendría que pagar los platos rotos.

Estaba tan enojado que nos tuvimos que devolver todos a la ciudad. Ni siquiera dejó que se subieran en el auto de Rebeka. — " Donde mis ojos los vean"— les dijo.

Rebeka tampoco se salvó de la reprenda, se suponía que estaba ahí para ayudar a papá, no para desordenar el ganado. Si algo nos hubiese llegado a pasar a alguna de nosotras, Rebeka sería la responsable, por ser el adulto a cargo en ése momento.

— ¿Qué hubiera pasado si se golpeaban en la cabeza?— Gritó enojado papá.

En casa fue peor. Cuando papá llegó de haber ido a dejar a todo el grupo de orangutanes a sus casas, siguió dándonos el sermón de que lo que habíamos hecho estaba mal, alguien pudo salir herido o mucho peor, haber muerto.

En otras palabras, terminó dejándonos castigadas por dos semanas. Teniendo absolutamente prohibido ir a fiestas, visitar la casa de alguien e invitar a alguien a nuestra casa.

— Quiero que repitan conmigo. — Dijo papá. —No saldré de casa, hasta dentro de dos semanas.

— No saldré de casa hasta dentro de dos semanas. — Repetimos mi hermana y yo.

— Tampoco invitaré a nadie a venir a mi casa. — Papá exageraba demasiado. Nadie había muerto, ni nada por el estilo. Si no fuera por ése trío de tontos, no estaría haciendo estás tonterías. Y estoy segura que papá no se hubiera dado ni cuenta de que no estábamos.

Tampoco invitaré a nadie a venir a mi casa. — Dijimos juntas.

—Y no saldré a ningún lado con nadie. — Volvimos a repetir. —Y si alguien llega a venir, llamo a la policía y digo que me están robando.

— ¿Es en serio papá?—Dije, en lugar de repetir. Papá levantó una ceja.

— Dilo. — Contestó.

Suspiré y dije—Y si alguien llega a venir, llamo a la policía y digo que me están robando.

— Y lo dijo especialmente por ti Camile. — Dijo señalándome con el dedo índice. — Nada de dejar entrar a tu amiga Vesper. Ni por la puerta, ni por la ventana.

Supongo que esto quedará como lección para futuro. Y no creo que podamos invitar a nadie en un buen tiempo. Sobre todo a Vesper.

Después de todo ése show del juramento, los días se hacían más y más latosos, ni siquiera el calor era el problema, porque para eso existía el aire acondicionado.

El problema era que no hacíamos nada más que ver televisión y navegar por internet. Estábamos tan aburridas que un día Rebeka y yo terminando jugando juegos de mesa. Fue una mala idea, Beka terminó haciendo trampa y yo me molesté.

Las dos semanas de castigo me habían limitado demasiado, no podía hacer nada desde casa por la mayoría de los retos era al aire libre. Y como ya saben sigo castigada.

— ¿Qué más hay en la lista?— Preguntó Beka. Mientras estaba echada en el sillón de la sala.

— Podría romper algo valioso, pero no me gustaría tener que pagar por el daño. — Respondí. — Papá me mataría y de paso me extendería el castigo hasta que el verano termine.

— ¿Y quién dijo que el precio era el valor?— Cuestionó Beka. — ¿Por qué mejor no rompes algo de valor sentimental?

— Supongo que no lo había pensado. Imaginé que se referían a algo que costaba dinero. — Respondí encogiéndome de hombros.

— Ahí está el problema Camile, piensas que existe una sola opción en la vida, cuando en realidad existen más de 99 variantes por escoger.— No sabía si los chicos llegarían a permitir algo así. Pero por otro lado el juego sólo poseía una regla, mostrar evidencias por cada reto cumplido.

— Bien hagamos esto, piensa que la casa se incendia y tienes el tiempo para sacar el objeto más valioso en tu vida. ¿Qué sacarías?

— La caja de recuerdo de los viajes de mamá. — Respondí sin pensar.

— Ahora piensa en algo que desearías salvar, pero por más que lo intentes se terminará quemando. — Eso fue difícil. Sólo se me venían a la mente cosas que quería salvar a cómo dé lugar, después de todo eran valiosas para mí.

Y entonces recordé mi caja con los regalos que me habían hecho mis amigos.
Subí a mí habitación a buscarla, llevaba años escondida en el clóset, adentro no tenía más que tarjetas de cumpleaños y un montón de chucherías más.

Hurguete por un buen rato dentro de la caja, pero no encontraba nada que fuera de poco valor como para mí.

Fue entonces cuando vi la postal. Habían pasado por lo menos cuatro años desde que me la enviaron.

No tenía firma, pero sabía quién la había escrito por su letra. Y por el lugar de donde venía.

— ¿Ya te has decidido?— Soltó Beka por detrás.

Leí la postal por última vez.

Querida Camile.

¿Te he dicho últimamente que te quiero?

Si no le he hecho, te lo digo ahora mismo.

Te quiero.

Fue mi primera postal y la primera persona en decirme te quiero sin ser alguien de mi familia.

Nunca la voté porque de alguna forma deseaba aferrarme al pasado. Pero, cuando te das cuenta que una vez que algo ocurre, nunca más se vuelve a repetir.

Tal vez ya era hora de dejar ir el pasado, dado que no tiene sentido alcanzar algo que es imposible de tocar.

Elijo la postal. — Dije. Y sin más, la rompí en la mitad. Porque por más que intentara salvarla, terminaría hecha cenizas de todas formas.

Al igual que el remitente de ésta postal, por más que intenté ayudarlo, las llamas lo consumieron hasta no dejar nada de lo que alguna vez fue.

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Supongo que ya saben quién es el que escribió la postal.

Si o aún no lo saben, les daré una pista.😜

👉 Fíjense de donde viene la estampilla.

Eso ha sido todo por hoy nos vemos el Lunes, y no olviden pulsar la estrellita de Belén 🌟 jdjdjdj

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Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora