25. El día que fuimos a ningún lado

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La cara de papá estaba en blanco. Habían pasado ya veinte minutos desde que le conté y aun no decía nada. Sólo se había quedado ahí mirándome detenidamente.

-Ni un mes. -Murmuró. - Ni siquiera un mes. -Volvío a murmurar.

- Si, pues... es que...

- ¡¿No duraste ni siquiera un mes y ya renunciaste?! - Y... estamos de vuelta gente.

-Es que...no era buena en eso, entonces sentí que debía renunciar. -Dije encogiéndome de hombros.

- ¿Que no era para ti? ¿Y entonces que rayos es para ti?-Preguntó molesto.

No me quedó más remedio que responder con un simple " no sé " a todo lo que me preguntaba. La conversación no duró mucho porque entre pregunta y mis monosílabos, no llegábamos a nada.

Con respecto a Akira, no podía llamar por teléfono, la llamada saldría una fortuna y papá me colgaría el doble de lo que me colgó hoy en la mañana. No me quedaba más remedio que esperar hasta el regreso de Akira, o sea, una semana más.

El verano ya estaba por terminar, el último año de escuela pronto llegaría. Junto con la decisión de dejar o no a papá para irme a estudiar. Quizás debería buscar universidades dentro de este estado. Las universidades de california tampoco estaban tan mal.

Pero tomar esa decisión, implicaría olvidar mi sueño de estudiar fuera. Y no sé si realmente estaba dispuesta a renunciar a ese sueño.

De pronto, se escuchó un pequeño picoteo en la ventana, venía desde afuera. Me asomé a ver qué era lo que causaba tan molesto ruido.

Y como si estuviera en cámara lenta, vi como una piedrecita voló sobre mi hombro.

-Un poco más y llega en la cara, zopenco. -Solté molesta.

-Lo siento.-Dijo. Poniendo cara de dolor.

- ¿Sabes? los tiempos en donde la gente se tiraba piedras, pasó de moda. Ahora existe algo llamado, puerta, timbre o para los más modernos, mensajes de texto.

-En realidad si llamé a la puerta, que tu papá no me haya dejado entrar es cosa a aparte. Por cierto, ¿está molesto conmigo?

-Tendremos que averiguarlo. -Fue lo último que dije antes de dejar a Mitch solo ahí abajo.

Mientras tanto, bajé a la sala en busca de papá, para que me explicara que rayos tenía contra el pobre de Mitch.

-Mitch está afuera. -Comenté. El ni siquiera se inmutó en moverse o mirarme. Sólo se quedó ahí, mirando televisión.

-Lo sé. -Fue lo único que respondió.

- ¿Y porque lo dejaste afuera?-Sin querer se me escapó una risita nerviosa.

-Por no haber traído pastel la última vez. -Dijo tranquilo.

-Vamos Laveau, que absurdo. -Me largue a reír. Creí que era una broma. Pero cuando me percaté que papá no se estaba riendo, me di cuenta que estaba hablando en serio. - ¿E-es en serio?

-Muy en serio. -Apagó la televisión. -Sin pastel, no hay entrada a esta casa.

-Si le sirve de consuelo...mi mamá me dio un pie de manzana para el almuerzo. -Dijo Mitch desde afuera de la ventana. Mostrando en la mano una bolsa de papel café.

- ¿Lleva canela?-Preguntó levantando una ceja. ¡Dios papá, que rencoroso eres!

-E-eso creo. -Titubeo Mitch.

-Muy bien hijo, pasa. Pero si no me gusta, la puerta te está esperando. -Le advirtió papá.

Creo que al final la tarta estuvo buena, porque no escuché ninguna queja. Además papá se lo comió todo.

Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora