30. Es nuestro adiós

43 7 0
                                    



Existen despedidas que duelen como balas incrustadas en el pecho. Pero también, hay despedidas que ruegan por alguien que les diga adiós.

El día en que decidí terminar con todo sin duda fue el día más triste que alguien haya podido apreciar. Pero créanme cuando les digo, que no sentí tristeza en lo más mínimo. No era la primera vez que vivía algo así.

Sabía perfectamente lo que había que hacer, después de esto no habría vuelta atrás. Sólo quedaba terminar esto en el lugar en que todo comenzó.

¿Recuerdan cuando les dije que el tiempo funcionaba más lento cuando perdíamos algo?

Déjenme decirles que eso es justamente lo que está pasando ahora. Todo gira más lento, el sonido de la puerta, los meseros que trabajan en la cafetería, la gente que está comiendo, todo parecía moverse en cámara lenta.

Observé la cafetería por un instante. Y mientras lo buscaba entre la gente, lo encontré sentado con los ojos perdidos en la nada.

¿Logras escuchar eso mi querido amigo? es mi corazón quebrándose cada vez más. Por mucho tiempo ha logrado soportar más de lo que alguien pueda imaginar.

Es obvio que no puedes escucharlo. Tu capacidad de ver el dolor se ha perdido con el paso del tiempo.

Pero ahí estás sonriendo como siempre. Como si nada hubiera pasado, porque así eres tú. Y nadie más que tú.

Me saludas y finges que estamos bien, ni siquiera te atreves a preguntar como estoy o si me siento bien, porque todo está bien para ti. Luego intentas iniciar una conversación que sólo a ti te interesa.

Porque así ha funcionado siempre todo este tiempo, el mundo gira entorno a ti. Le agradas a la gente porque eres gracioso y haces sentir bien al resto. Pero eres mentiroso y le temes al fracaso como si te fueras a enfrentar a la propia muerte.

— ¿Somos amigos?—Me atreví a preguntar.

— ¿A qué viene esa pregunta?—Omitió la pregunta que le hice.

—Simple curiosidad. —Mi respuesta lo descolocó por completo. — Por un momento me entró la duda.

—Siempre hemos sido amigos, nunca lo dudes. —Sonrió como siempre lo hacía.

El mentía ¿por qué? todavía nos siguen pisoteando y aun así no quieres que la verdad salga a la luz. ¿No crees que ya hemos soportado demasiado?

Yo ya había soportado demasiado en la vida. Quizás fue un error haberme vuelto a encontrar con él. Fue mi aprecio por el en el pasado lo que me dejó llevar. Pero siempre supe que esto terminó el día en que todos me mostraron sus verdaderas intenciones, su esencia real. Esa que te permite manipular a quien se te dé la gana. Porque en el mundo en el que ellos viven, sueñan en ser los más fuertes en la sociedad.

—Si algún día nos volvemos a encontrar. Desearía que fingiéramos ser desconocidos. —Le dije con firmeza. —Sería lo mejor para ambos.

— ¿Por qué dices eso?— Preguntó extrañado. Pero yo sabía que se estaba haciendo el desentendido.

—Sabes por qué. —Dije mirándolo a los ojos.

Me levante de la mesa sin darle ninguna explicación. Él se quedó sentado sin entender nada. Ese día no miré hacia atrás en ningún momento. Era nuestro adiós después de todo.

Quizás no tenga el valor para decírtelo en persona, pero créeme cuando te digo que esto, viene desde lo más profundo de mi corazón.

Creí que nuestra amistad era inquebrantable, que nada nos podía separar. Incluso nos imaginé siendo amigos ya de grandes, imaginé a nuestros hijos llevándose bien y al igual que nosotros convertirse en amigos.

Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora