10. Lo siento...

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NO DIGAS LO SIENTO CUANDO, NUNCA LO SENTISTE DE VERDAD.

El auto se detuvo en la esquina de un semáforo en rojo. El ambiente dentro del auto era realmente incómodo. Primero porque estaba con el chico que fue mi amigo de infancia por muchos años y ahora que su hermano ha fallecido por razones de la vida siempre me encuentro con él. Y en segundo lugar, llevamos todo el camino en silencio.

¡Dios! ! ¿Por qué el?! ¿Por qué ahora?

— ¿Qué hacías en esa fiesta? —Preguntó el. Sacándome de mis quejas internas. Giré para verlo.

—Podría preguntar lo mismo. —Dije molesta. — ¿Qué hacías exactamente en ese lugar?

— Yo pregunté primero. —Sonrió, mostrando sus dientes blancos.

Touchée.

— Acompañaba a Beka. — Dije con el pecho en alto. No iba a decirle que había asistido para completar un reto de un juego. No, claro que no. Al enemigo nunca hay que darle mucha información, sólo lo justo y necesario.

Y hablando de eso. ¡Por Dios! lo había olvidado por completo, con todo este alboroto de Beka, Augusto y todo lo demás, se me olvidó tomar la foto como evidencia.

Ahora tendría que ir a otra fiesta, y de paso consultar si Augusto Shwitch era invitado exclusivo. Porque no tengo intensiones de volver a verlo en un buen tiempo. Y si es posible, ¡JAMAS!

Se largó a reír cuando dije que estaba acompañando a mi hermana.

— ¿Desde cuándo acompañas a alguien a una fiesta? — Seguía riéndose cada vez más fuerte. Quizás no suelo a ir mucho a fiestas, soy más de quedarme en casa. Pero el idiota se estaba burlando de mí, ósea que me estaba declarando la guerra.

— ¿Qué hay de ti? —Lo corté abruptamente. — Pregunta-respuesta, así funciona esto o ¿no? — Lo encaré.

— Era la fiesta de cumpleaños de mi primo. —Respondió sonriente. —Al menos yo tenía que asistir por obligación, a diferencia de ti... llegaste de colada. — Volvió a reírse de mí. Sin duda se estaba burlando de mi apropósito.

La luz del semáforo dio verde y el auto volvió a estar en marcha. No hallaba la ahora de llegar a mi casa. Todo esto era sumamente molesto, si fuera porque soy educada ni siquiera estaría hablando con él.

—Veo que estas de buen humor. Tanto que disfrutas burlándote de mí.

— ¿Y por qué no lo estaría? cuando me ha pasado algo que nunca creí que volvería a pasar.

— ¿Ah sí? ¿Y que sería? — Fingí interés.

—Volver a verte. — Sentí que me miraba después de haber dicho eso. No volví a mirarlo durante todo el camino, no sé qué pretendía diciendo esas cosas, pero si la situación ya era incómoda, ahora resultaba molesta y desagradable.

Luego de semejante comentario, no hubo nada más que silencio, ni siquiera lo miraba pero podía sentir como en ocasiones me miraba detenidamente.

...

Al llegar a mi casa, llevamos a Beka adentro y la dejamos acostada en el sillón. Mañana tendría un temperamento horrible producto a la resaca.

Cuando llegó la hora de despedirse, Gus sólo se despidió con un simple y apagado " adiós", mientras salía por la puerta de la entrada. Pero cuando estaba por salir, se detuvo, dio vuelta y me miró a los ojos con tristeza.

—Lo siento. — Dijo él.

—No sé de qué hablas. — Mencioné cortante. — Si te disculpas por lo que pasó en el auto sólo olvídalo, no es la primera vez que te burlas de mí. — Solté molesta.

Se estaba mordiendo la boca, eso significaba que está nervioso.

—Hablo de lo que ocurrió esa noche.

— ¿Hablas de la noche en que me dijiste que no era bienvenida en tu casa? , descuida no me afectó que hayas dicho eso. — Solté con un tono fingido.

—No hablaba de eso. —Mi respiración comenzó acelerarse, quería llorar. Él estaba hablando de lo que pasó esa noche, hace tres años.

De todos los temas que tenía para tocar, eligió ese. Después de años sin hablar de ese asunto, recién ahora viene a disculparse.

—Lo lamento Camile...

Tenía un nudo en la garganta. Mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. No quería llorar, no enfrente de él, pensaría que soy débil y quizás intentaría aprovecharse de eso. Pero estaba molesta con él y con todo lo que había pasado esa noche.

— ¿Qué es lo que lamentas? —Pregunté mientras lo miraba a los ojos. Mi garganta ardía de rabia.

Se quedó en silencio por un momento, pensando en cómo decirme lo que por tantos años ha ocultado. Lo que tanto ha querido ocultarse a sí mismo.

—Yo... —Comenzó a hablar. —Lamento que hayas tenido que cargar con algo que ni siquiera te involucraba a ti.

— ¿Eso es todo?— Pregunté indignada. Nunca esperé recibir una disculpa de él, lo conocía perfectamente era demasiado orgulloso cómo para asumir sus errores. Pero de todos los errores que cometió, sólo deseaba que se disculpara por uno en específico, su cobardía.

—Camile yo...

—No digas que lo sientes, cuando en realidad no es así. — Lo interrumpí. —Admítelo, disfrutaste cada momento de ese día. Pides perdón después de tres años y ahora ¿quieres que te perdone como si nada hubiera pasado? eres y sigues siendo un completo cobarde, diría que hasta sigues siendo el mismo de antes.

Sus ojos se sorprendieron ante mi comentario. Le había dado donde más le dolía.

No dijo nada al respecto, porque sabía que era verdad lo que yo decía. Guardo silencio por un momento. Como si dudara en el siguiente paso que iba a dar.

—Mis sentimientos por ti aún no han cambiado. — Soltó de la nada. — Lo que te dije hace tres años era verdad.

Me acerqué a la puerta junto a él.

— ¿Ah sí? pues es tanto lo que va el cántaro a la fuente a consumir porquería, que al final la fuente termina quebrándose.

Lo empujé a la salida y le cerré la puerta.

Me miró con una expresión triste y se fue. Creí que no lo volvería a verlo nunca más, o eso esperaba.
Lástima que nada de eso sería así. Porque esto sólo era el principio de un efecto en cadena.



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Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora