9. La fiesta

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Viernes.

Se supone que cuando estás en una fiesta debes pasarlo bien y disfrutar de todo.

Pues eso no aplica en este caso. He estado caminando por la casa sola por al menos una hora. La fiesta no estaba nada mal, tenía buena música y estaba rodeada de gente.

El problema era que no conocía a nadie en este lugar, todos eran universitarios, comienzo a creer que fue una mala idea haber venido aquí.

¿Y Beka?

Resultó ser que tenía asuntos más importantes con un chico al que acababa de conocer.

Subí al segundo piso de la casa. Este lugar era realmente grande. Tenía desde piscina hasta sala de cine y de los baños ni hablar de cuántos había.

Desde arriba podía ver a las personas que circulaban al rededor. En la esquina de la sala, veía como un grupo de chicos jugaba al billar.

Uno de ellos me resultaba bastante conocido, no lograba verle la cara. Pero me daba curiosidad de saber en dónde lo había visto. Jugaba bastante bien al billar, yo diría que tiene una muy buena puntería.

Una de las chicas que estaba por el lugar se acercó para hablarle, pero él ni siquiera se tomó la molestia de mirarla, estaba realmente concentrado en el juego.

La chica furiosa ante sus intentos fallidos de cortejo, no le quedó más remedio que marcharse de ahí.

Fue entonces cuando el chico logró girarse y por fin pude reconocer su cara.

Era nada menos que Augusto, pero... ¿Qué hacia el aquí?

Me alejé del balcón en cuanto lo vi, no quería que me viera, ni que supiera que estaba aquí.

Debía buscar a Beka y decirle que nos fuéramos.

Pero por más que marcaba su teléfono, ella no contestaba.

Seguí intentando, hasta que por fin me contestó.

— ¿Hola?— Era la voz de un hombre.

—Pásame a mí hermana, por favor. —Pedí molesta.

—Pues...lo veo un poco difícil, porque está Borracha hasta no dar más. — Contestó el chico.

¡Genial! Justo lo que me faltaba, que mi hermana estuviera ebria a plena luz del día y de paso, cuando quería irme de este lugar lo más pronto posible.

—Dime dónde estás he iré enseguida. —Le dije al chico.

Tuve que atravesar toda la casa para llegar hasta donde estaba Beka y el chico junto a ella. Cuando por fin logré encontrar a Rebeka, estaba tal cómo había dicho el muchacho del teléfono. Borracha hasta no dar más.

El chico con el que se había ido Beka estaba junto a ella en el jardín de atrás.

Estaba molesta, ni siquiera era capaz de levantarse por sí sola. Tuve que levantarla con ayuda del chico que estaba con ella. Su nombre era Oliver.

Lo peor es que cuando la levantamos a Rebeka le entraron ganas de vomitar. Dios dame paciencia, porque si me das fuerza, lo más seguro es que termine dándole una paliza.

Corrimos al baño lo más rápido que pudimos, Rebeka vomitaría en cualquier momento. De milagro logramos llegar al baño justo a tiempo.

Pero lo peor fue tener que aguantar las idioteces de mi hermana.

Si alguna vez se encuentran con alguien que este borracho, les sugiero que sigan esta recomendación al pie de la letra.

Primero que todo respire profundamente y suelte, porque que a estas personas hay que tenerles mucha paciencia.

Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora