22. Hogar dulce hogar

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El sonido del timbre, llegaba a retumbar por todo la casa. El inesperado sonido, fue tan fuerte, que terminé a saltando de la cama.

Salí al pasillo para husmear lo que pasaba.

Rebeca y papá se encontraban con el pijama puesto, mirando desde la barandilla del segundo piso. Solo a un demente se le ocurriría ir a mi casa a molestar un domingo a las ocho de mañana.

— ¿Quizás es Vesper?—Sugirió Beka.

—Si es ella, no la dejen entrar, es muy temprano para tener a esa cotorra parlante en la casa. —Soltó cansado papá.

—Vesper nunca se levanta temprano. —Dije, mientras arrastraba los pies.

—Papá, ve a ver. —Le ordenó Rebeka. La cara de desconcierto de papá era extraordinaria.

— ¿Disculpa? yo pongo el pan en esta casa. —Dijo completamente indignado. — Y yo digo que debería ir Camile.

— ¿Y porque no va Rebeka?— Me defendí.

—Porque entre Beka y tú, por lejos, Beka es la más floja.

A papá no se le podía decir nada, siempre tenía un argumento con el que salía ganando. Y esos mis queridos, son las desventajas de tener un quejumbroso en la familia.

Por ende no me quedó de otra que bajar las escaleras a regañadientes.

Cuando abrí la puerta, mi enfado se esfumó. Mitch estaba en la entrada tocando el timbre de mi casa desde las 07:45 de la mañana. Y lo peor es que hoy es domingo ¿escucharon? Do-min-go. Se supone que el domingo es para descansar, no lo digo yo, sino Dios, según el pastor Jenkins. Era un poco ilógico el concepto, dado que los sermones en la iglesia se realizaban los días domingos, pero bueno.

— ¿Por qué traes puesto eso?—Fue lo primero que se me salió al verlo. Llevaba un traje de Mariachi negro. Y hasta con sombrero llegó.

Mitch se miró de abajo hacia arriba y contestó. —Hoy es el cumpleaños ochenta de la abuela Gigi y le prometí que vendría de mariachi.

— ¿Eres el regalo de cumpleaños de tu abuela?—Pregunté extrañada.

—Algo así...—Respondió el. La verdad es que eso explicaba muchas cosas.

Al principio me costó procesar la información. Es que cosas como estas no se ven todos los días. ¿Mitch vestido de mariachi? ¿Estaré soñando?

Iba a preguntarle porque había venido a mi casa y tan temprano, si no fuera porque el grito de papá desde el balcón me interrumpió por completo.

— ¡¿Quién era Camile?!

— ¡Descuida papá, no es Vesper!— Grité desde la entrada. Papá bajó en seguida para saber quién era la persona que estaba en la entrada de la casa.

Cuando papá vio realmente que no era Vesper, se quedó más tranquilo. Y lo dejó entrar a la casa.

Llevé a Mitch a la cocina. Y como nos despertó a todos con el ruido del timbre, no quedaba de otra que prepara el desayuno.

— ¿Que te trae a nuestra bella morada Mitch?—Pregunto papá. Mientras bajaba las tasas de mueble.

—Mi abuela Gigi cumpleaños ochenta años hoy y me preguntaba si Camile le gustaría venir. —Dijo sentándose en el taburete de la cocina.

Eso sí que no lo vi venir. ¿Mitch me acaba de invitar?

— No tengo regalo para ella. —Respondí al instante.

Cuando el amor sea para siempre ©| TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora