Capítulo seis

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Revisaba las imágenes de pinturas renacentistas para su curso de historia del arte. Se había pasado parte de la tarde eligiendo las que más le gustaban para realizar su exposición el lunes y finalmente había quedado satisfecha con su elección. Miró el reloj y notó que ya eran las 9 de la noche, cerró su laptop e inmediatamente desvió la vista al arreglo de peonías que descansaba sobre su tocador. Pensó en lo hermoso que era y obviamente en quien se las había enviado. Sonrió sin poder evitarlo y se lanzó a su cama de espaldas mientras recordaba estas tres semanas que había vivido con Christopher. Si antes estaba enamorada, ahora que lo conocía y había compartido tantos momentos con él, ya no podía más de amor. Cada beso, cada caricia y cada palabra amorosa que él le dedicaba le demostraban que no se había equivocado, que había valido la pena la espera y que él también la quería. A veces sentía tanto que le daba miedo, pero lo olvidaba inmediatamente al ver lo amoroso y tierno que Chris era con ella.

—¡Dul! —gritó Anahí.

—¡Annie! ¿qué pasó? —preguntó descolocada ante la interrupción de su amiga. Se sentó con las piernas cruzadas en su cama para verla mejor.

—Perdóname que haya entrado así, pero te juro que toque varias veces y no respondias y cuando entré estabas ahí tirada con una sonrisota enorme, ¿en qué pensabas, eh? —esperó unos segundos la respuesta de Dulce, pero luego sonrió cómplice —. O más bien, ¿en quién? —subió y bajó las cejas rápidamente para darle más picardía a su pregunta.

—Ay Annie qué ideas tienes —rió nerviosa—. No estoy pensando en nadie, solo estaba descansando y no te oí tocar —Su amiga la miraba sospechosa, esperando que dijera algo más—. En fin, ¿qué necesitas?

—Ah sí, eso —dijo como si hubiese olvidado la razón por la que había ido al cuarto de Dulce—. ¿Tienes gel de ducha que me prestes para el viaje? Olvidé el mio en casa y los que dan en los hoteles me dan desconfianza, nunca sabes realmente qué cosa ponen ahí —dijo con asco—. Imagínate me aplico uno y me da alergia... Y ahí figuro yo, en un fin de semana romántico con mi novio toda enronchada.

—No podría pensar en un desastre peor —dijo irónica mientras reía con la rubia—. Creo que tengo uno que te puedo prestar —bajó de la cama y se dirigió al baño de su cuarto.— ¿ya pensaste qué vas a hacer mientras Poncho esté en sus reuniones? —preguntó mientras buscaba el gel. Poncho debía viajar el fin de semana a una conferencia como parte de su programa de prácticas y le había pedido a Anahi que lo acompañara.

—Si, llevo algunos diseños que debo revisar. Pero Poncho me prometió que el domingo pasaremos todo el día juntos, así que no me aburriré tanto tiempo —respondió mientras recorría el cuarto de Dulce con la mirada, se acercó a su tocador para verse al espejo y notó el hermoso ramo de flores que ahí estaba. Se maravilló con la delicadeza del arreglo y a la vez se preguntaba quién habría tenido ese detalle con su amiga. Buscó alguna tarjeta que pudiera revelar el misterio y cuando la encontró Dulce salió del baño.

—Encontré dos: mango o vainilla —dijo mirando los productos. Alzó la vista y vio que Annie estaba sacando la tarjeta del ramo de flores que Chris le había dado. Dejó los geles en su escritorio y se acercó a la rubia—. Dame eso —trató de arrebatarle el pequeño sobre, pero Anahi fue rápida, se alejó y lo abrió.

Estar contigo o no estar contigo se ha vuelto la medida de mi tiempo. Te extraño. C. —leyó en voz alta Anahi con tono dramático. Levantó la vista de la tarjeta y miró a Dulce con la boca abierta, aun procesando la información—. ¿¡Quién es C!? —preguntó en un grito de emoción mientras se lanzaba a la cama de Dulce de espaldas.

Dulce se acercó y le arrebató la tarjeta de las manos, casi corrió hasta la puerta y la cerró, esperando que nadie haya escuchado nada.

Respiró hondo y se apoyó en la puerta mientras miraba a Anahi, ella era una de sus mejores amigas, la había conocido en el colegio y le tenía un cariño enorme, no había secretos entre ellas y sabía que era alguien en quien se podía confiar, pero esto no. Aunque estaba segura que si le contaba todo, Annie le guardaría el secreto, ella era la novia de Poncho y lo que menos quería era poner a su amiga entre la espada y la pared. Por más que quisiera contarle, y vaya que quería hacerlo, no podía.

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