Dulce estaba frente al espejo, terminando de ponerse los aretes. Había escogido unos jeans ajustados, que pronto no le cerrarían, pues el embarazo empezaba a notarse, junto con una blusa suelta color verde lima y se había calzado con sus ballerinas favoritas. Su cabello estaba suelto, cayendo sobre sus hombros con ondas naturales y se había maquillado solo un poco para no estar tan pálida. Se puso su perfume favorito y cogió el folder que contenía la ecografía junto con los resultados de los exámenes.
—Voy a salir —avisó a Poncho, quien veía televisión en la sala—. Le avisas a mamá, por favor.
—¿Dónde vas? —preguntó apagando la televisión para centrar su atención en Dulce.
La chica respiró profundo, sabiendo lo que venía a continuación.
—Voy a casa de Christopher. Ya es tiempo de que sepa que estoy embarazada.
—Es una broma, ¿verdad? —dijo con el ceño fruncido.
—También es su hijo, Poncho. Él tiene derecho a saber —le explicó.
—¡Ese mal nacido no merece nada! —dijo molesto. Luego, se acercó a su hermana y la tomó por los hombros con delicadeza, para que lo escuchara—. Dul, por favor, no seas tonta. ¿Es que no te ha quedado claro que Christopher no es una buena persona? ¿No fue suficiente todo lo que te hizo?
—¿¡Y tú!? —preguntó, sorpresivamente molesta por las interrogativas de su hermano. Le irritaba que Poncho fuera tan hipócrita—. ¿Acaso lo que tú le hiciste a Maite, no te convirtió en una mala persona también?
El joven la soltó y se alejó un poco, sorprendido por el ataque de su hermana.
—Eso es diferente —se defendió—. Pasó hace mucho.
—Claro, el que hayas sido un adolescente hormonal te libra de toda culpa —dijo irónica. Luego se cruzó de brazos, mirándolo desafiante—. ¿Qué fue lo que le hiciste de todos modos? Creo que tengo derecho a saberlo.
—No, eso es algo entre Christopher, Maite y yo —respondió con firmeza, ante lo que Dulce soltó una carcajada sin humor.
—Por si no te habías dado cuenta, su pequeño conflicto dejó de ser algo privado cuando Christopher y Maite decidieron involucrarme para hacerte pagar a ti —soltó mordaz—. Pero está bien, me enteraré de todas formas, solo quería darte la oportunidad de que me lo contaras tú.
—Si crees que Christopher te lo va a contar, estás muy equivocada —le aseguró, con tanta confianza, que Dulce no supo qué decirle.
Al ver el tema zanjado, Poncho volvió a lo que estaban discutiendo inicialmente
—Hermanita, no hagas algo de lo que te puedes arrepentir. ¿Cómo sabes que él no intentará quitarte al niño o que no te rechazará cuando lo sepa? —suspiró pasando una mano por su nuca—. No quiero que te siga lastimando y menos a mi sobrino.
—No intentes asustarme, Poncho. Ya decidí que se lo diría y no me harás cambiar de opinión. No lo hago por mí, ni por él, lo hago por mi hijo —lo besó en la mejilla—. Nos vemos más tarde.
—Al menos deja que te acompañe —le pidió antes de que se fuera.
—No —respondió en la puerta, tomando las llaves de la casa y de su auto—. Esto es algo entre Christopher y yo.
Christopher salió de la ducha y enrollo una toalla en su cintura, molesto. Amaba a Maite con todo su corazón, pero odiaba cuando se entrometía más de la cuenta y comenzaba a intentar controlar su vida. Prácticamente lo había atosigado toda la mañana, llamando incesantemente por teléfono. Cuando se dio por vencido y le contestó, su hermana lo había interrogado sobre todo lo que había hecho desde la última vez que se vieron y como no había conseguido sacar mucha información, lo había invitado a cenar a casa de sus tíos. Obviamente él se negó, pero como Maite no aceptaba negativas, hizo que Cristina y luego Felipe, se comunicaran con él, preocupados por no verlo en tanto tiempo y con, quién lo diría, muchas ganas de que fuera a cenar con ellos esa misma noche. A sus tíos no había podido decirles que no.
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Engañados
RomanceTener una relación seria no estaba en los planes de Christopher Uckermann, hasta que el odio que sentía por el que fue su mejor amigo lo obligó. Ahora, ser el novio de Dulce María Espinoza era uno de sus principales objetivos y para lograrlo desatar...