Bonus: El primer engaño.

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—Lo siento, pero el señor Herrera no está disponible —dijo la secretaria.

Poncho apretó el celular que tenía en la mano con fuerza, debido a la frustración que sentía. Su padre se negaba a hablar con él, ni siquiera lo había recibido la semana pasada, cuando había ido a su oficina.

—¿Podría decirle que su hijo, Alfonso, necesita hablar con él? Es urgente —solicitó. La secretaria afirmó que lo haría y cortó el teléfono.

Metió el celular en su bolso y se sentó en uno de los escalones de la entrada del colegio. Miró el suelo mientras se preguntaba por qué su padre lo rechazaba de esa forma, ¿acaso había hecho algo mal? era la interrogante que siempre lo asaltaba, pero que jamás podía llegar a resolver.

Suspiró al levantar la mirada y notó la gran camioneta urbana que se estacionaba frente a la institución. Del gran auto se bajaba su mejor amigo Christopher y su hermana Maite, quienes luego de tomar sus bolsos se despedían con la mano de la pareja que se quedaba dentro. Chasqueó la lengua con envidia, ojalá sus padres fueran a dejarlo al colegio todos los días. Ellos ni siquiera tenían padres y tenían ese privilegio, no pudo evitar pensar.

—Qué onda —lo saludo Christopher y chocó su mano con la de él.

—No están un poco grandes para que los vengan a dejar todos los días —dijo con burla, luego de saludar a Maite con un beso en la mejilla.

—Ni me digas —respondió su mejor amigo, rodando los ojos—. Ya he peleado suficiente al respecto, pero ya estando en mi último año de prepa, creo que es tiempo de rendirme.

—A mi me gusta —dijo Maite.

Poncho se levantó al escuchar el timbre que indicaba el inicio de las clases. Los tres caminaron adentro del colegio, cuando a lo lejos vieron a Joaquin Mascaro entrar al salón. Poncho no pudo evitar soltar una carcajada al ver el rostro golpeado de aquel que había intentado propasarse con la hermana de su mejor amigo.

—Joaquín quedó que da pena —le dijo a Christopher, palmeando su espalda.

—Eso le pasa por intentar propasarse con mi hermana —dijo con autoridad, luego miró a Maite—. Y espero que lo que pasó te haya enseñado a ti a no meterte con idiotas como ese.

Maite levantó la barbilla, desafiante.

—Acepto que Joaquín no fue mi mayor acierto, pero me niego a permitir que escojas a los chicos con los que salgo.

—¿Por qué no? —dijo burlón—. Yo te escogería un buen partido. Por ejemplo —miró alrededor como si buscara y luego miró a Poncho con falsa sorpresa, como si no hubiese notado que estaba ahí—. ¿Qué te parece este modelito?

Poncho detuvo su andar y comenzó a hacer poses de modelo, siguiendo la broma de Christopher, quien empezó a reír a carcajadas.

—Son unos idiotas, ¿sabían? —dijo entornando los ojos—. Los veo a la salida —dijo antes de ir a su salón.

—¿Realmente te gustaría que saliera con tu hermana? —le preguntó a Christopher cuando estuvieron sentados en sus puestos, en el salón de clases.

—No —respondió sin vacilar—. Las hermanas están prohibidas —dijo levantando su dedo índice y mirándolo a los ojos y su amigo estuvo de acuerdo.

El día paso lento, entre clases, pruebas y deberes. Cuando el timbre de salida por fin sonó, ambos jóvenes estaban aliviados, pues no soportarían ni una clase más.

—¿Nos echamos un fifa en mi casa? —propuso Poncho cuando estuvieron fuera del colegio.

—Me encantaría, pero hoy no puedo —dijo con pesar—. Mi tía está de cumpleaños y tenemos que estar en casa temprano para ayudar con la cena. Mañana me animo —chocó su mano con la de su mejor amigo a modo de despedida justo cuando Maite llegaba con ellos.

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