Capítulo siete

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Dulce se removió perezosa al sentir la incipiente luz de la mañana filtrándose por las cortinas. También sintió el cuerpo masculino apretado contra su espalda, la cálida respiración de Christopher en el cuello y cómo él la abrazaba con un poco más fuerza con el brazo que rodeaba su cintura al sentir su movimiento, como si se rehusara a dejarla abandonar el lugar que estaba ocupando en ese momento. Sonrió feliz, pues aunque sabía que ya había despertado, la situación que estaba viviendo y con quien la estaba compartiendo, la hacían sentir que aún estaba soñando.

Con extremo cuidado para no despertarlo, se giró para quedar frente a él. Lo observó en silencio, admirando lo guapo que era y lo tranquilo que se veía, entonces recordó las hermosas palabras que le había dedicado ayer y como le había declarado que la amaba. Aún no se lo creía. Muchas veces había fantaseado con que Chris le declarara su amor y todas esas veces no se comparaban ni un poco con lo hermoso que había sido todo en realidad.

Apartó un mechón de su frente y sin poderlo evitar se acercó a sus labios para besarlo con suavidad, esperando ingenuamente que él no despertara ante su contacto.

—Pensé que nunca lo harías —dijo Christopher con voz adormilada y los ojos aún cerrados.

—¡Estabas despierto! —lo acusó avergonzada y con las mejillas encendidas.

Abrió los ojos y sonrió al verla a su lado. Era increíble que hasta recién despertada se viera hermosa y más aún con ese color rojo tiñendo sus mejillas producto de la sorpresa, pensó. Con el brazo con el que rodeaba su cintura la acercó más a su cuerpo y la besó en los labios.

—No tengas pena, yo también te miré dormir por un rato —confesó orgulloso. Si era posible, Dulce se sonrojó aún más y él no pudo evitar reír—. Y te veías hermosa —volvió a acercar su rostro al de ella y la besó nuevamente.

—Te amo —le dijo Dulce con una sonrisa, cuando sus labios se separaron.

—Yo también te amo —respondió acariciando su cabello.

—¿te quedas a desayunar conmigo?

—Claro

Dulce se apartó de él y se levantó de la cama, mientras Chris se quedó observándola aun acostado. La recorrió con la mirada, su cabello rojo caía desenfadado por sus hombros, vestía un bello camisón de seda color lila, suelto, que llegaba a mitad de sus muslos y que se movía al compás de sus movimientos. Luego miró sus piernas y sus pies descalzos, concluyendo que la mujer con la que estaba era la más hermosa que había visto jamás.

Al sentir su mirada sobre ella, Dulce volteó y le dedicó una sonrisa

—¿Vienes? —preguntó divertida, al ver que él solo se había sentado en la cama. Extendió su mano para que él se animara a seguirla.

Christopher miró la mano que Dulce le ofrecía y la tomó, pero en vez de levantarse la jaló hacía él con avidez, logrando que la chica diera media vuelta y cayera sentada entremedio de sus piernas mientras reía. Con su brazo sostuvo a Dulce por la espalda, quedando sus rostros a escasos centímetros, bajó su mirada y la imágen que ella le ofrecía era terriblemente sensual. El suave camisón de seda se había levantado hasta escasamente cubrir sus bragas y uno de los tirantes caía por su hombro, producto del brusco movimiento que él había provocado. Sin poderlo resistir alzó su mano libre y acarició una de sus suaves piernas, mientras depositaba suaves besos en su hombro descubierto, haciendo un camino hasta su cuello, donde se quedó un momento para darle toda su atención con sus labios.

Dulce sintió como la piel se le erizaba y se estremeció al sentir la mano de Christopher sobre su cuerpo. Se quedó inmovil producto de la ola de calor que la azotaba y solo podía emitir pequeños suspiros producto de la pasión, mientras él no podía más del deseo que sentía por ella. Trató de invocar el auto-control que había utilizado la noche anterior, pero al parecer se había agotado, pues no podía retirar sus manos del cuerpo de Dulce, todo lo contrario, sentía que necesitaba estar aún más cerca de ella, en un contacto mucho más íntimo.

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