Capítulo Diecinueve

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Dulce dio un sorbo a su limonada, mientras veía a su nueva amiga Zoraida beber el resto que le quedaba de cerveza de un solo trago, luego de que le contara toda su historia con Christopher.
La chica que tenía al frente se había convertido en un gran apoyo para ella desde que había llegado a Florencia hace ya un mes. Ambas estaban realizando el curso de Historia del arte y habían hecho buenas migas desde el primer día, al darse cuenta de que provenían del mismo país.
Zoraida era todo lo que Dulce no, la castaña tenía una personalidad avasalladora, era deshinibida, deportista, no se dejaba pasar a llevar por nadie y tampoco permitía que la vida la derrumbara y Dulce había intentado impregnarse de la actitud de su nueva amiga desde que la conoció.

—¿No te has puesto a pensar que lo que te dijo es verdad? ¿que realmente terminó por enamorarse de ti? —preguntó distraida. Puso las manos frente a Dulce en señal de que se detuviera, pues notó que la pelirroja rebatiría inmediatamente su pregunta—. No quiero ser abogada del diablo, pero veamos todo con un poco de perspectiva, ¿ok?. Primero, tú estabas enamorada del tal Christopher desde el principio, él podría haber ejecutado su plan en una semana o menos, si hubiese querido —Zoraida vio la cara de ofensa de Dulce y le apretó la mano—. Perdóname, amiga, pero sabes que es cierto. No niegues que te habrías bajado los calzones en cuanto él te lo hubiera pedido.

La pelirroja no dijo nada, pero no pudo evitar sonreír ante la liviandad de Zoraida para hablar de su intimidad. Lo peor es que ella tenía razón, pensó Dulce, pues se habría entregado a Christopher cuando él quisiese.

—Segundo, para qué tomarse la molestia de continuar con la relación que tenían y, es más, fugarse contigo, si la noche de su cumpleaños él ya había logrado que se acostaran —dejó la interrogativa en el aire y continuó luego de un silencio—. Y tercero, pensemos que todo lo que dije antes efectivamente era parte de su plan, ¿por qué no darlo por terminado cuando te enteraste de todo?, era el perfecto final y su oportunidad para deshacerse de ti, pero no lo hizo, fue a buscarte a tu casa y te dijo que te amaba.

Dulce no supo qué responder. Lo cierto es que si había pensado en todas las aristas que Zoraida le planteaba, pero no había querido alimentar la esperanza que estos pensamientos albergaban, pues no estaba dispuesta a sufrir de nuevo cuando se diera cuenta que solo se había construido castillos en el aire y que la realidad era que Christopher no la amaba.

—Claro que he pensado en todo eso —dijo después de un largo silencio—. Pero no puedo permitirme ser tan ingenua otra vez. Y aunque fuera verdad, creo que nunca estaría realmente segura del amor que Christopher dice sentir por mí —se encogió de hombros—. Ya no puedo confiar en él y el amor no basta cuando no hay confianza.

—¿Crees que podrás darle una nueva oportunidad al amor?

—No lo sé —respondió negando con la cabeza—. Lo que pasó me lastimó mucho y, la verdad, no estoy preocupada por eso ahora, solo estoy concentrada en mi embarazo y en terminar mis estudios. Luego tendré tiempo para pensar en el amor y en los hombres —sonrió.

—Pues, yo creo que no vas a tener que esperar a tener tiempo —dijo con una sonrisa mientras miraba sobre el hombro de su amiga—. Un guapote, en la barra, no ha parado de mirarte desde que llegó.

Dulce rió ante la ocurrencia de Zoraida.

—Deben ser ideas tuyas, Zori. Y si así fuera, no estoy interesada —dijo mientras revolvía la limonada con la pajita de metal.

—¡Al menos míralo!, ¡está buenísimo! —rió—. Es rubio, alto y de ojos claros, no debe tener más de 30 años. ¡Míralo, míralo!

Dulce rodó los ojos ante la insistencia de la castaña. Finalmente la curiosidad la invadió y se giró levemente en la silla, para luego mirar con disimulo hacia la barra y buscar al desconocido que su amiga había descrito. Cuando lo encontró, no pudo evitar sonreír y tapar su boca con la mano debido al asombro. El hombre tomó el vaso de whiskey que estaba tomando y se acercó con decisión hasta la mesa donde ella se encontraba.

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