Se bajó del bus institucional que se encargaba de dejar a las niñas del internado St Margarets cada viernes por la tarde. Volteó y con la mano se despidió de su mejor amiga Anahí, quien la miraba desde la ventanilla. Realmente se sentía afortunada de haber encontrado a esa rubia loca entre tantas niñas educadas y de alta sociedad, pues de no ser así definitivamente no habría podido soportar esta primera semana lejos de su familia, especialmente de su hermano Alfonso a quien tanto echaba de menos.
Caminó con rapidez hasta la entrada de su casa y se emocionó aún más cuando vio el auto de su padre estacionado. Eran pocas las veces que él estaba en casa, pues siempre estaba trabajando en su oficina o de viaje de negocios. Metió la llave en la cerradura y se sobresaltó con los gritos que venían de la sala. Dejó su mochila y su bolso cerca de la puerta y se aproximó con cuidado.
—¡Ahora sí, ahora sí! —gritó Poncho, mientras sus dedos presionaban los múltiples botones del control.
—Hola, ya vine —saludó Dulce a su hermano, pero él ni siquiera volteó a mirarla. No le sorprendió, cuando Poncho se ponía a jugar videojuegos, nada de lo que pasara a su alrededor podría perturbarlo.
—Hola hermanita, ¿cómo te fue esta semana? —preguntó sin despegar sus ojos de la pantalla— ¡maldita sea! ¡Esa pelota iba directo al arco! —refunfuñó frustrado.
Dulce sonrió mientras negaba con la cabeza. Lo mejor era esperar a que su hermano terminara su juego para saludarlo bien. Sintió su estómago rugir y decidió ir a la cocina mientras esperaba. Cuando entró, notó que había alguien hurgando en el refrigerador y decidió quedarse en silencio hasta que esa persona notara su presencia.
—Oye, no encuentro las cervezas —dijo seguro de que quien había entrado era su mejor amigo, pero al no recibir respuesta miró hacia la puerta—. Vaya. Lo siento, pensé que era Poncho.
Dulce vio al desconocido y pensó que nunca antes había visto a un chico tan guapo. Aún vestía el uniforme del colegio, así que dedujo que debía ser compañero de su hermano. El chico era alto, de cabello color castaño ondulado, el cual peinaba hacia atrás. Sus ojos eran de un exquisito color miel, con una mirada dulce y juguetona que estaba segura que derretía a cada chica que pasaba a su lado.
—¿Hola? ¿Sigues ahí? —preguntó el desconocido al no recibir respuesta.
—Perdona —río Dulce avergonzada—. Soy Dulce María, la hermana de Poncho.
Christopher le sonrió y se acercó para ofrecerle su mano.
—Me llamo Christopher, soy amigo de tu hermano del colegio.
Dulce estrechó la mano que él le ofrecía y sintió como una descarga eléctrica le recorría desde sus dedos hasta la punta de su cabello. Quería decir algo, lo que sea, pero estaba completamente muda ante la presencia de ese chico. Comenzaba a sentirse acalorada y avergonzada y hubiese sido peor si su padre no hubiese entrado en ese momento a la cocina.
—Hola hija —la saludó. Dulce se alejó de Christopher y abrazó a su padre.
—¡papá! ¡Qué bueno que estés aquí!
—Si cariño, me alegra verte antes de irme.
—¿Irte? —repitió confundida—. Pero si hace dos semanas que no te veo. Quiero contarte todo sobre mi primera semana de clases —dijo animada, pero su padre solo se limitó a sonreírle.
—Tendrás que contarme la próxima —dijo con pesar—. Tengo que viajar ahora mismo al sur o perderé un negocio importantísimo —se acercó a su hija y la besó en la frente—. Te quiero mucho, no olvides que estoy orgulloso de ti por haber logrado entrar a ese colegio.
Dulce se quedó de pie viendo como su padre se marchaba. Siempre era así con él y pese a que ya debería estar acostumbrada a sus desplantes por trabajo, simplemente no podía entenderlo. No supo exactamente cuánto tiempo pasó hasta que sintió la mano de Christopher sobre su hombro, con todo había olvidado que él estaba ahí.
—No te pongas triste, bonita. Seguro que cuando tu papá regrese estará ansioso por escuchar todo lo que tienes que contarle —le sonrió cálidamente.
Dulce trató de devolverle la sonrisa, pero no pudo evitar que esta se tiñera un poco con su tristeza.
—Lo dudo.
—No lo dudes. Yo también tengo una hermana y ella sí que es una verdadera latosa —dijo con tanto fastidio en la voz que Dulce no pudo evitar reír—. Cuando éramos pequeños y mi papá volvía de sus viajes de negocios, ella se encerraba con él y lo obligaba a escuchar todo lo que se había perdido de su vida en esos días y déjame decirte que nunca le pasó nada muy emocionante —dijo como si fuera una infidencia.
Dulce volvió a reír y Christopher rió con ella.
—Te ves linda cuando te ríes —confesó, luego sacudió la cabeza. Tratando de volver a la conversación—. Lo que quiero decirte es que si mi papá escuchaba a la insoportablemente aburrida de mi hermana con atención y paciencia, de seguro que el tuyo hará lo mismo contigo. Solo asegúrate de encerrarlo —bromeó.
—¿Qué pasó con las cervezas, brother? —interrumpió Poncho al entrar a la cocina. Vio a su hermana y la abrazó con fuerza.
—No las encontré.
—¿De verdad? —se acercó al refrigerador y luego de un rato lo cerró con dos cervezas en la mano—. ¡Aquí están cegatón!. Vamos a la sala que ya te toca jugar. —se volteó y miró a Dulce—. Después me cuentas todo sobre tu nuevo colegio fresa.
Dulce asintió con la cabeza sonriente. Poncho salió y Christopher lo siguió, pero antes de salir miró a Dulce por última vez y le guiñó un ojo mientras le sonreía.
Él se fue a la sala a seguir con su videojuego con Poncho, sin saber que Dulce se quedó en la cocina enamorada de él.
Espero que les haya gustado este bonus :D
Quería ponerlo en el capítulo, pero quedaba demasiado largo.
Dejen sus estrellitas y comentarios
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Engañados
RomanceTener una relación seria no estaba en los planes de Christopher Uckermann, hasta que el odio que sentía por el que fue su mejor amigo lo obligó. Ahora, ser el novio de Dulce María Espinoza era uno de sus principales objetivos y para lograrlo desatar...