Capítulo Quince

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Poncho escuchó atentamente todo lo que Gonzalo tenía para decirle. Cuando el amigo de Dulce terminó con su relato, lo único que pudo hacer fue quedarse quieto y en silencio, procesando la información que había recibido. Desde que Dulce se había escapado, dejando solo una carta, él había estado convencido de que ese supuesto amor que Christopher sentía por ella no era más que una farsa, se lo había intentado decir a todo el mundo, pero nadie parecía querer escucharlo o siquiera creerle. Incluso su madre se había puesto a favor de su hermana y su desfachatez, impidiéndole hablar con ella cada vez que Dulce se comunicaba para informar que estaba bien.

Estaba impresionado con el nivel de odio que Christopher sentía hacia él, ¿Cómo era posible que una persona pudiera guardar tanto rencor en su interior, a tal punto de hacer sufrir a una niña, porque no podía definir a Dulce de otra manera, que no tenía nada que ver en esto?. Entendía que él se había portado muy mal con Maite y que eso había molestado muchísimo a Christopher, tanto que, desde que pasó lo que pasó, su otrora mejor amigo no había parado de devolverle la mano de formas muy desagradables, a lo que él había reaccionado de igual modo, convirtiendo esto en una guerra sin fin. Pero involucrar a Dulce eran ligas mayores, su hermana ni siquiera estaba al tanto de lo que había pasado y no merecía ser parte de este embrollo.

Poncho respiró profundamente, tratando de pensar cómo comunicarle a Dulce todo esto.

—¿Estás seguro de lo que me estás contando? —preguntó a Gonzalo.

—Completamente

—Yo sabía. Sabía que ese imbécil no quería nada bueno con mi hermana —miró a su novia, quien siempre se había mostrado imparcial al respecto—. ¿Ahora lo ves? Te dije que nada bueno iba a salir de esto —pasó sus manos por la cabeza, en un gesto de desesperación—. Cómo rescataremos a Dulce de las garras de ese idiota.

Anahí miró a Poncho en silencio mientras mordía la uña de su dedo índice, excesivamente nerviosa. Ya no podía callar más, le había jurado a Dulce que no diría nada, pero ahora estaba en juego el propio bienestar de su mejor amiga. Poncho tenía que saberlo todo, aunque él terminara la relación que tenía con ella después. 

Bajó la mirada y en apenas un susurro se atrevió a confesar:

—Poncho —se aclaró la garganta—. Te he mentido todo este tiempo, Dulce si me dijo que estaba saliendo con Christopher y yo la ayudé para que se vieran a tus espaldas. También sabía que se escaparía con él y... y se ha estado comunicando conmigo todo el tiempo —bajó la mirada mientras sentía como las lágrimas corrían por sus mejillas—. Perdóname, por favor. Nunca quise que Dulce saliera lastimada de todo esto.

—¿Por qué ocultaste todo esto por tanto tiempo? —preguntó atónito.

—Perdón —repitió mientras lloraba—. Yo pensé que Christopher realmente la quería. Había algo en su mirada que... —fue incapaz de terminar la frase, pues imaginó lo tonta que se escuchaba después de saber toda la verdad—. Él también me engañó a mi. Yo solo quería ver a mi mejor amiga feliz.

—Brillante forma que encontraste para hacerla feliz, Anahí. La llevaste de la mano a cavar su propia tumba —dijo sin siquiera intentar medir sus palabras.

—Ey, Poncho —intervino Gonzalo, al ver lo duro que él se mostraba con su novia—. Creo que, tanto Anahí como yo y sobretodo Dulce, caímos en el engaño de los Uckermann. Buscar culpables ahora no sirve de mucho, es mejor que pensemos en cómo ayudar a Dul a salir de ahí lo menos lastimada posible.

Poncho asintió con la cabeza sabiendo que lo que Gonzalo decía era verdad, pero no podía ser indulgente con la rubia en ese momento. Pese a que entendía que había caído en la trampa de Christopher inocentemente, al igual que su hermana, no podía dejar pasar su traición así como así.

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