Christopher se vistió con sus pantalones deportivos y se separó de Dulce con la promesa de prepararle el desayuno y luego de besarla en los labios se fue a la cocina. La pelirroja sonrió y luego de ponerse la amplia sudadera, decidió explorar el lugar.
El amplio departamento era un dúplex de estilo antiguo. Estaba decorado de forma muy masculina y minimalista, pero tenía algunos toques hogareños que estaba segura que los había agregado Maite. El primer piso estaba compuesto por una sofisticada sala que conectaba con el comedor; una amplia cocina estilo americana y la habitación principal con baño privado.
Subió al segundo piso y se maravilló al descubrir que toda la planta era un estudio de trabajo, con grandes ventanales y claraboyas que otorgaban perfecta luz natural. En él había un gran estante lleno de libros, un escritorio para el ordenador y una increíble mesa de dibujo, donde descansaban varios planos y bocetos. Pero toda la atención se la llevaba el gran piano de cola ubicado en una esquina de la habitación. Dulce podía imaginar perfectamente a Christopher trabajar en ese lugar y luego desestresarse al tocar el piano, o tal vez inspirarse con él para desarrollar un nuevo proyecto.
Iluminada con esa imagen y después de ver todo, aprovechó para darse una ducha rápida. Al terminar volvió a ponerse la sudadera de Christopher. Si él creía que se la devolvería algún día, estaba equivocado, pensó divertida, al meter su cabeza en la prenda. Cuando salió, el delicioso aroma a hotcakes y café recién hecho la llevó casi flotando a la cocina. Y luego de hacer el tonto con él y embarrarle un poco de mezcla en la cara, lo ayudó a poner todo lo necesario en la mesa para comer.
—Dul —le dijo cuando terminó de desayunar—. Lo que me dijiste ayer, sobre escaparnos... ¿era en serio?
—Si, era en serio ¿por qué? ¿te arrepentiste? —preguntó con temor.
Christopher le sonrió y se inclinó para besar la punta de su nariz.
—Claro que no, tontita —Dulce suspiró aliviada y él tomó su mano—. ¿Cuándo quieres hacerlo?
—Lo antes posible, aunque sí me gustaría dejar unas cosas arregladas antes de que nos vayamos. La universidad, despedirme de alguna forma de mi familia... —fue interrumpida por su celular, el cual comenzó a sonar sobre la mesa. Se sorprendió al ver que era Gonzalo, él casi nunca la llamaba los fines de semana
—Y de Gonzalo —continuó él, visiblemente enojado.
—¡mi amor! —lo llamó divertida—. No me vas a decir que Gonzalo te da celos.
—Ese tipo me pone enfermo —confesó—. Odio que siempre ande cerca de ti, como un buitre. Siempre buscando la oportunidad de acercarse, tocarte o hacerte reír. Es un idiota.
Dulce soltó una carcajada y contestó el teléfono, antes de que se perdiera la llamada.
—Hola Gonzalo —lo saludó animada, sin dejar de mirar a Christopher, quien estaba muy serio.
—¡Dul!, ¡qué bueno que respondes enseguida!
—¿Estás bien, te pasa algo?
—Si... Es decir, no. ¿Podemos hablar? ¿dónde estás?
Christopher, que por la cercanía podía escuchar todo, rodó los ojos y botó el aire, furioso y Dulce no pudo evitar reír bajito para que Gonzalo no la escuchara.
—Em, estoy en la casa de Annie —mintió—. Pero no puedo hablar en este momento. Estoy en medio de algo importante —dijo mientras se sentaba en las piernas de Christopher.
—Lo que tengo que decirte también es importante —dijo frustrado—. Pero está bien, supongo que puedo esperar hasta el lunes.
Dulce ni siquiera escuchó lo que le dijo, pues Christopher había comenzado a besar su cuello de forma muy sensual. El silencio al otro lado de la línea la hizo concluir que era su turno de hablar.
ESTÁS LEYENDO
Engañados
RomanceTener una relación seria no estaba en los planes de Christopher Uckermann, hasta que el odio que sentía por el que fue su mejor amigo lo obligó. Ahora, ser el novio de Dulce María Espinoza era uno de sus principales objetivos y para lograrlo desatar...