Capítulo nueve

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Sintió como la sangre le hervía de ira. Sabía que Alfonso había irrumpido en su fiesta solo para fastidiarlo y sinceramente no le importaba, podía con él sin problemas, pero lo que lo ponía furioso era el mismo motivo de siempre, el único que había hecho que lo odiara con cada partícula de su ser, finalmente había terminado por molestar a Maite. Sabía cuánto su hermana se había esmerado por organizar esta fiesta, y sabía también que ver a Alfonso ahí estaba haciendo que ella pensara que todo por lo que había trabajado se había ido al caño.

Antes de poder reaccionar, notó como su hermana se acercaba a Poncho, iracunda, mientras Christian la seguía detrás.

—¿¡Qué haces aquí!? —le gritó Maite—. Yo a ti no te invité, ni a ti ni a tus amiguitos —apuntó a los dos jóvenes que venían con él.

Christopher se aproximó rápidamente a su hermana y se puso delante de ella, dándole la espalda a Poncho, la tomó por la cintura con un brazo y la empujo con cuidado hacia atrás para alejarla de él, mientras le decía al oído que se calmara, pues verla alterada era precisamente lo que Alfonso quería. Cuando logró alejarla lo suficiente, le pidió a Christian con la mirada que tomara su lugar, quien no vaciló en acercarse a su novia y abrazarla para contenerla, pues la impotencia había logrado que algunas lágrimas salieran de sus ojos sin permiso.

—Y no sabes cuánto nos apenó —respondió Poncho, con fingida tristeza—. Pero optamos por creer que había sido un error, porque no creo que hayan querido dejarme fuera de la celebración cuando hace no mucho tiempo casi fuimos familia, ¿verdad, Mai?

Al dejar a Maite con su novio, se volvió hacia Poncho nuevamente y se dirigió hacia él, ante la atenta mirada de todos los presentes. Cuando lo tuvo de frente sintió unas ganas inmensas de golpearlo, sobretodo por lo último que había dicho, pero se contuvo, pues no iba a darle en el gusto.

—¿A qué viniste?, ¿tan solo estas, que tienes que venir a fiestas a las que no te invitan?

Poncho soltó una carcajada.

—Ay Christopher —le dio dos palmadas en la mejilla y sonrió al ver la ira contenida en sus ojos—. Yo solo vine a desearte feliz cumpleaños. ¿No nos vas a ofrecer un trago? Digo, al menos por la molestia de haber venido hasta acá —dijo riendo.

—Sírvete lo que quieras y luego lárgate, si no quieres que te parta la cara enfrente de todos —respondió Christopher con calma y le dio la espalda para alejarse de él

—Creo que me voy a tomar un whisky, como para entrar en calor —dijo moviendo los hombros—. Tu también deberías tomarte uno y Maite también, para que se relajen —sabía que si escuchaba el nombre de su hermana, Christopher se voltearía y cuando lo hizo se acercó a él, puso una mano en su hombro y le dijo en susurro, solo para que él lo escuchara—: Eso si, no le des más de tres, porque si mal no recuerdo, esa fue la cantidad exacta que necesité para que tu hermanita se metiera en mi cama.

Christopher sintió tanta ira, tanto odio, que la respuesta que se formuló en su cabeza fue inmediata. Le sonrió con desdén y posó una mano sobre su hombro e imitando también su discreto tono le dijo:

—Afortunadamente la tuya no necesita nada para meterse en la mía.

La cara de Alfonso se transformó en menos de un segundo y en el mismo tiempo impactó su puño contra la mejilla de Christopher, para luego abalanzarse sobre él. Juntos cayeron al suelo mientras intentaban agredirse, a Christopher no le costó nada posicionarse sobre Poncho y devolverle el golpe, mientras lo sujetaba del cuello. Ambos sentían como amigos de los dos intentaban separarlos, pero era inútil, estaban demasiado enojados como para perder la oportunidad de liberarse.

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