Capítulo 38

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Las palabras del trabajador dentro de la tienda le entraban por una oreja y le salían por la otra. No entendía nada de lo que le estaba diciendo. Simplemente quería cualquier juguete que fuera popular entre los niños. Nada muy presuntuoso pero tampoco demasiado barato. Justo en el medio. Pero después de visitar un par de tiendas, estaba abrumado por la cantidad de vendedores que lo intentaban persuadir para comprar el producto más caro. En ese punto, su mirada comenzaba a pasearse sobre las estanterías, mientras el joven que lo atendía seguía hablando. 

Unos metros más adelante, pudo ver a un grupo de pequeños niños que se arremolinaban frente a una torre de cajas, mientras sus padres los acompañaban de lejos, sin prestarles demasiada atención. 

-- Ese, quiero ese -- Dijo finalmente, señalando la caja que uno de los niños había apresado entre sus brazos.

-- Oh, ¿El tirador de gomas? -- Preguntó el trabajador, volteando a mirar en la dirección que apuntaba -- Se trata del lanzamiento especial de un programa animado para niños que se ha vuelto popular últimamente. ¡Pero tenemos muchos más juguetes de mejor calidad! Permítame mostrarle un par de robo-mascotas que nos llegaron ayer.

-- No, con este es suficiente. Gracias. 

Interrumpiendo al hombre, Seungbae se apresuró hacia la torre de cajas junto al niño, y tomó una de las que se hallaban en la parte más alta. No quería darle la oportunidad de seguir intentando convencerlo. No pensaba comprar una robo-mascota para un pequeño de apenas cinco años.

A regañadientes y bajo la conciencia de que, evidentemente, Seungbae no cambiaría de opinión, el vendedor procedió a guiarlo hacia la caja, hacer el cobro y empacar el juguete dentro de una bolsa de regalo, a petición del susodicho. 

Con esto, ya podía dirigirse hacia su destino. Subió a su automóvil y después de depositar el producto en el asiento de atrás junto a una caja, comenzó a conducir. 

Pasaron algunas horas e hizo varias paradas en gasolineras de paso. Para ir al baño, para comprar un refrigerio. Para cargar combustible. La noche caía suavemente sobre él, y pronto el paisaje urbano, gris e inexorable como era, se transformó en amplios campos verdes repletos de flores silvestres, árboles y pequeñas casas tradicionales y discretas a medida que avanzaba. No quedaba rastro del mar de edificios y apretujadas viviendas al que estaba acostumbrado. Incluso el aire le sabía diferente en la nariz. En los pulmones. Tenía la frescura de la brisa después de una lluvia tempestuosa. El pavimento de la carretera aún se encontraba mojado, y el rocío residual sobre los pastizales brillaba al ser topado por las luces del vehículo en movimiento.

A esas horas y en esa zona era normal ver a pocas personas transitando por la calle. Algunos puestos de comida se abrían al aire libre, en donde los nubarrones de humo que creaban los asadores delataban su ubicación. El olor lo tentaba, pero ya era demasiado tarde como para detenerse a comprar. Además, estaba a punto de llegar.

Dio una última vuelta sobre una esquina y algunos metros más adelante se estacionó frente a una casita aislada de todas las demás. Remota. Rodeada por vegetación y con un patio de tierra con grandes proporciones. Una única luz blanca iluminaba la entrada de madera.

Salió del vehículo y extrajo de la parte trasera los paquetes que llevaba consigo. 

-- ¡Señor Yang!

Un infante había salido de la casa y se dirigía hacia él torpemente, con las zancadas más grandes que su pequeño cuerpo le permitía realizar, intentando no atrapar sus zapatos en la tierra que yacía húmeda bajo sus pies. 

-- Hey, tiempo sin verte amiguito 

Seungbae sonrió, agachándose para recibir al niño con los brazos abiertos. 

KILLING STALKING OMEGAVERSE FICTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora