Capítulo 41

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En el camino al prescolar pudieron disfrutar del aire fresco de la mañana, del calor del sol que ascendía sobre ellos y del chirrido de las cigarras, acompañadas por el cantar de los pájaros que rondaban por encima de las copas de los árboles. El pasto, profundamente verde y medianamente alto, humedecía sus zapatos al avanzar.

-- B - O - T - E -- Deletreaba Seungbae

-- ¡BOTE! -- Exclamó el pequeño

El arrozal que rodeaba el sendero hacia la escuela se extendía hasta donde las casas comenzaban a interrumpirlo intermitentemente. Los agricultores, ataviados con sus sombreros de mimbre, botas y guantes de hule hasta las rodillas y los codos, se inclinaban sobre los brotes de arroz, empeñados en su tarea.

Minutos más tarde en su caminata, se hallaban ante la fachada de aquella pequeña casita que hacía de prescolar para los pocos infantes que había en el pueblo. Las paredes por fuera, pintadas con nubes blancas, flores y mariposas, les daban la bienvenida más allá del patio de recreo donde yacían descubiertos los juegos y las jardineras donde había plantados árboles de manzana, los cuales aún no retoñaban. Y resguardando parcialmente aquél jardín, una diminuta cerca de madera los separaba del concreto de la calle. En la entrada esperaba un muchacho que no parecía tener más de veinte años de edad, portando un mandil a cuadros azules, con una encantadora sonrisa en el rostro. Uno por uno recibía a los infantes de sus madres y de sus padres, deseándoles un buen día.

-- Llegamos amiguito -- Dijo Seungbae, soltando la mano del pequeño para permitirle correr hacia la entrada.

-- ¡Profesor Kim! -- El niño alzó los bracitos, agitándolos sobre su cabeza -- ¡Mire, el señor Yang ha regresado!

El muchacho los miró, y por un momento pareció dar un minúsculo respingo. Sus mejillas se tornaron rojizas.

-- ¡Buen día Jungwoo! -- Se acomodó el cabello atrás de la oreja -- Señor Yang, qué agradable sorpresa. ¿Qué tal ha estado? ¿Cuándo regresó al pueblo?

Su pequeño cuerpo era delgado y su piel, ligeramente bronceada, parecía brillar bajo el sol. Kim So Hee, el profesor del prescolar, era uno de los omegas más bellos que jamás había visto Seungbae. Y cada vez que regresaba al pueblo, era un placer poder intercambiar palabras con él, pues a pesar de su edad, era un joven muy educado y sensato. Había sido la primer persona que había entablado amistad con Bum al llegar a la provincia, y por eso se hallaba profundamente agradecido con él. 

-- Yo he estado bien, gracias. Llegué ayer por la noche -- Respondió -- Y Usted ¿Ha estado bien, porfesor?

-- Por favor, dígame So Hee -- Le pidió. Sus afilados ojos marrones se escondían tras sus párpados cada vez que sonreía-- Estamos en confianza, después de todo. Y usted es mayor que yo, no necesita ser tan formal conmigo.

-- Jaja, supongo que es así. Muy bien, lo tendré en mente. 

-- ¡Al profesor le gusta el señor Yang! -- La voz de Jungwoo interrumpió el intercambio, a lo que de inmediato el chico desvió la mirada, alarmado.

-- ¡O-Oye, Jungwoo! ¡N-no digas esas cosas! -- Intervino el muchacho, cargando en brazos al niño. Su rostro se había tornado de un brillante color rojo.

Seungbae se abstuvo de reír, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa. El atrevimiento de los niños era admirable.

 -- Vamos, despídete. Los demás están esperando para jugar... 

-- ¡Nos vemos, señor Yang! 

Y una vez dicho esto, tras una reverencia el chico se dirigió hacia la puerta de la casita, de donde provenía el característico bullicio que los niños pequeños armaban cuando se reunían en un solo lugar. 

KILLING STALKING OMEGAVERSE FICTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora