Capítulo 9

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--Levanta la cabeza

--sí...

Sangwoo ayudaba a Bum a ponerse un suéter de lana grande. Era la una de la tarde y había llegado con un par de bolsas de ropa. Había hecho a Bum utilizar una de las nuevas mudas. Era evidente que eran prendas de maternidad de una tienda especialmente para omegas. Lo sabía porque cierto verano había trabajado para ella antes de entrar a la universidad, y el logo de la marca estaba estampado en la bolsa. Ahora ya no le apretarían más la barriga las ropas de Sangwoo que debía de utilizar.

--Levántate –Ordenó, y Bum obedeció.

Sangwoo lo contempló largamente. Con esa insensible mirada tan característica. Parecía que en lugar de estar juzgando cómo se le veían las prendas, pensaba en otra cosa totalmente ajena al momento. Bum estaba incómodo. No se movía ni devolvía la mirada al otro. A su mente, mientras estaba inmerso en la nada, llegó un recuerdo vago de sus tiempos de secundaria. En el último año un chico de su mismo grado había quedado embarazado. Nadie sabía quién era el padre, aunque se sospechaba de uno de sus compañeros de clase. Bum recordaba haberlo visto un par de veces en la cafetería comiendo con un grupo de chicas que se aglomeraban a su alrededor. Frotaban su vientre, le preguntaban cosas, hacían bromas y lo ayudaban a caminar durante las últimas semanas a las que asistió a la escuela. Después de ese año, el chico se ausentó para dar a luz y jamás volvió. Eventualmente el asunto se olvidó y todo regresó a la normalidad. En ese entonces se sentía tan ajeno a ese asunto. Tan lejano a su persona.

--Hoy tienes que salir, Bum—Habló Sangwoo y sus memorias se desvanecieron de repente.

-- ¿Qué?

--Hay unas cosas que necesito comprar, pero tengo que salir hoy, así que...---Tomó a Bum de los hombros. Su voz era socarrona.—Tendrás tú que ir por ello.

Bum abrió los ojos en la máxima expresión de sorpresa que pudo haber hecho entonces. Si eso no era broma, podía ser la perfecta oportunidad para escapar. Sin embargo, podía ser una trampa. Una prueba. Ya sabía que a Sangwoo le gustaba actuar de esa manera.

--Pe-Pero... --Tartamudeó-- ¿En éste estado?

--Pe-Pero –Lo imitó—No estás convaleciente, Bum –Y le apretó una mejilla con el índice y el pulgar—Creí que te morías de ganas por salir.

Bum lo miró aterrado. Esa última frase le había helado la sangre. Aquella estaba cargada de incredulidad.

--Eres un mal mentiroso –Le sonrió. Y Bum no contestó. Había comenzado a sudar. Su respiración se agitaba cada vez más. Sangwoo lo notó.

--Hey, Conserva la calma

Sus manos tomaron el vientre de Bum y lo acariciaron con suma delicadeza.

--No quiero que tu ansiedad le haga mal a mi bebé

Eso es. Era todo. Parecía que hablase como si él fuese su dueño. Tenía miedo, pero ahora se sentía forzado a decir algo. A responder. Justo cuando comenzaba a separar sus labios, Sangwoo continuó.

--Tomarás un taxi en la siguiente avenida, y comprarás esto –Le dio una hoja de papel doblada a la mitad—No te preocupes, no son muchas cosas. –Siguió acariciando el vientre—Cuando vengas de regreso, te ocuparás de que te deje justo donde tomaste el que te llevó. Regresarás aquí caminando–Se detuvo, y lo miró a los ojos. Su mirada era pesada, penetrante. Imposible de mantener.---¿Entendiste?

Bum no tenía la valentía para ponerse a discutir. Tampoco pensaba en ceder probablemente la única oportunidad que tenía para pedir ayuda. Asintió levemente con la cabeza, y Sangwoo volvió a sonreír.

--Bien.

Algo menos de una hora después, Bum caminaba a través de la calle. Sangwoo había permanecido en el porche de la casa vigilándolo. Si volteaba un poco la cabeza lo podía ver con los brazos cruzados, mirando en su dirección. Se preguntó si en realidad era verdad que tenía que salir a otro lado, o si se quedaría esperándolo. O peor...

Si planeaba seguirlo.

La paranoia le comía los nervios. Cuando llegó a la dichosa avenida ya no podía ver la casa, pero era imposible relajarse. Le hizo la parada a un taxi que pasaba por ahí. De inmediato, al subir, soltó una exhalación de descanso.

--Buenas tardes. ¿A dónde vamos? –Inquirió el Taxista educadamente.

En el retrovisor Bum podía ver su rostro. Era un hombre ya entrado en la adultez. Tal vez en sus sesentas. Tenía un bigote, era muy delgado y se veía desmejorado. Cansado. Pero dibujaba una afable sonrisa en su rostro.

--Buenos días... Uhm. Al centro comercial más cercano, por favor. –Contestó, pero su voz era apenas audible.

-- Oh, ¿La plaza Deongam?

-- Sí, por favor...

--En seguida

El hombre condujo tranquilamente. No había demasiado tráfico. Bum podía ver por la ventana las casas, a las personas, los árboles. El aire fresco. En general, poder volver a ver actividad humana en vivo le daba inmensa felicidad. Parecía que la luz del sol abrazaba su piel. Le resultaba tan emotivo poder sentir la calidez tocar su rostro a través de los cristales del auto que sus ojos se cristalizaron en una liviana capa de lágrimas que intentó retener cerrando los ojos.

--¿Y cuánto tiempo lleva? – Escuchó al Taxista decir –Su embarazo, me refiero...

--Ah... --Bum se percató de que era observado desde el espejo retrovisor—Cinco meses

-- Ya veo. Felicidades –El hombre sonrió-- Por supuesto. Pensé que estaría entre el sexto o el séptimo. Mi hijo dio a luz a mi nieto hace apenas una semana—Tomó una foto que había pegada en la papelera y se la extendió a Bum—Jamás lo había visto tan feliz. Es el de cabello claro.

Bum tomó la foto educadamente. En ella figuraban dos muchachos que parecían sólo un poco mayores que él. Uno de ellos, el hijo del taxista, sostenía un bebé recién nacido entre sus brazos, y el otro, el más alto, tenía un brazo rodeando su espalda.

--Ha pasado tiempos difíciles, con toda esta discriminación sin sentido hacia los omegas. Mi esposa siempre pensó que habría sido mejor que lo ocultara. Pero creo que ahora con una familia estable las cosas serán más fáciles para él. Además, su esposo es un Alfa. Le va bien, sí.

Bum contemplaba el retrato, al mismo tiempo envidiando y enterneciéndose de aquella pareja.

--El padre está contento, supongo –continuó el hombre.

--... –Bum sintió el impulso de hablar—En realidad...

De pronto la realidad lo golpeó. Ese podía ser su momento. Podía pedir ayuda a aquél hombre. Podía contarle todo y pedirle que lo llevara a la estación de policía. Una vez ahí, Sangwoo no podría alcanzarlo. Sin embargo, algo se lo impedía. Algo dentro de su ser. Claro que sentía miedo, inseguridad. Pero había algo más. Algo que no podía definir y que no podía vencer. La idea estaba clara en su cabeza. Tenía elegidas qué palabras utilizar para pedir auxilio. Y aun así, no lograba que salieran de su boca.

Si lo delataba, si acudía a la policía, toda esa pesadilla terminaría. Sangwoo iría a prisión y él podría ser libre al fin. Sabía eso, era un hecho. Tan al alcance de su mano en esos instantes, y al mismo tiempo, tan imposible de tomar. Sintió un vuelco en el estómago. Aquella sensación sin rostro que le oprimía la lengua por fin se materializó en su cabeza. "Soledad" Pensó.

KILLING STALKING OMEGAVERSE FICTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora