VI: "Denmark Street"

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~S A B I N A~

Trece de febrero de 2014. 3:13 AM.

Escuché varios golpes, acompañados de unas ruidosas pisadas en el piso de abajo. Parpadeé todavía somnolienta, recobrándome con lentitud sin dejar de escuchar los sonidos.

La curiosidad me ganó esta vez. Probablemente se trataba de Sherlock. Tal vez en otra ocasión lo hubiera dejado y me volvería a acostar, intentando ignorar todo. Sin embargo, esta vez no podría porque ahora mismo estaba decidida que en la mañana llamaría a Mycroft y aceptaría la oferta.

Apreté los labios, hice una mueca y después me alcé de la cama. Anduve descalza hasta bajar por la escalera y adentrarme por la sala. En cuanto lo hice, fui recibida por un libro que sobrevoló y por poco me golpea directamente en el rostro. Pude agacharme a tiempo y desorbité los ojos.

Giré a ver el libro y me regresé para encontrarme con el detective consultor. Estaba de espaldas, no traía su largo abrigo y además parecía estar buscando algo.

Sus músculos tensos de los hombros se marcaban en la ajustada camisa, lo cual le daba un aire de masculinidad que nunca antes había notado. Sacudí la cabeza para concentrarme y después aclaré mi garganta para llamar su atención.

Él giró un poco, me ignoró y siguió con su tarea. Rodé los ojos. No me sorprendía que lo hiciera, ya era algo normal esa respuesta de su parte.

—¿A qué hora llegaste? —le pregunté.

No obtuve respuesta.

—Tierra llamando a Sherlock. Sherlock Holmes, ¿puedes oírme?

—No tengo tiempo para tus estupideces, Beckerle —me respondió mientras cerraba otro libro y lo tiraba.

—Sólo debes responder, no es para tanto —mientras decía eso, él ni siquiera se inmutó en fingir atención—. ¡Psicópata!

—¡Sociópata altamente funcional! —me corrigió, así que sonreí en cuanto sus ojos me miraron finalmente.

—Bien, ahora que tengo tu atención. Dime, ¿a qué hora llegaste?

Hizo una mueca un segundo, pero después se recobró y sólo siguió ignorándome. Está bien, ya me está hartando.

Me dirigí hacia él, le di un leve jalón en uno de sus cabellos rizados, provocando que gruñera y después alzara de nuevo la vista.

—¡¿Qué quieres?! —vociferó.

—¡¿Dónde estabas?!

—No debería importarte.

—Claro que no, pero a tu querido hermanito si, así que dilo de una vez por todas: ¿Dondé estabas? —mientras le explicaba aquello, él rodó sus ojos y dejó lo que hacía para dirigirse directamente hacia el sillón.

—¿Aceptaste el dinero?

—En unas horas lo haré. Confirmaré.

—Nos ayudará bastante —alegó.

—¿Nos?

—Resuelvo el caso —me respondió, cruzando las piernas mientras estaba sentado en su lugar.

—Son las tres de la mañana —le dije.

—Tú no entiendes —afirmó.

—No, aquí el que no entiende eres tú. ¿Sabes qué es descansar?

—Mi mente no lo hace cuando trabajo, al igual que no comer, ya que eso me hace mucho más lento —explicó mientras juntaba esta vez sus manos y las colocaba a la altura de su mentón y labios.

𝐒𝐢𝐧 𝐑𝐮𝐦𝐛𝐨 𝐲 𝐀 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚𝐬 [𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora