IV: "Rosas"

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~S A B I N A~

Doce de febrero de 2014.

Esta vez parece que Holmes se había lucido. Por los últimos seis días desde que obtuvo su arma no había tenido casos interesantes. Y para el colmo, a John junto con la ayuda de la señora Hudson se les ocurrió que lo mejor sería quitarle los cigarrillos.

Apenas me acabo de enterar que él también fumaba cigarrillos, así que me era difícil el ver cómo hacía hasta lo imposible para obtener un poco de nicotina. De por sí en los primeros días observé que usaba parches, pero esta vez fue que no tenía ni siquiera alguno para satisfacer su sed de adicción.

Esa mañana llegaría pasadas las diez a la universidad porque hubo unos conflictos con las horas disponibles en el horario. Tal parece que hubo problemas con el choque entre clases de dos de mis salones y de ahora en adelante de lunes a miércoles llegaría con un horario de diez a tres, mientras que los demás días serían de ocho a una de la tarde.

Noté la fecha, apenas estábamos en el quinto día y la gente ya preparó las decoraciones de San Valentín. Tal parece que el clima también notó aquello y repentinamente se volvieron mucho más cálidos.

Aquella mañana de miércoles me puse unos pantalones rectos y doblados. Preferí tomar una camisa de botones de manga larga y luego tomé el abrigo color crema que Nick había comprado para mí antes de venirme para Londres. Le agradecí que hubiera llevado a arreglar las mangas, ya que no era de sorprenderse que siempre las prendas me quedaran un poco largas por mi estatura que apenas sobrepasaba el metro sesenta.

Bajé las escaleras y después me adentré por la sala, encontrándome a John leyendo el periódico en su sillón y a Sherlock frente a una ventana con un arpón en sus manos.

-Buenos días -les saludé dirigiéndome a la cocina.

-Buenos días, Sabina. ¿Qué tal dormiste? -me preguntó el doctor.

-Bastante bien, ¿y tú? ¿Cómo está Mary, por cierto?

John iba a contestarme, pero repentinamente Sherlock lo llamó.

-John, necesito uno, consígueme uno -lo dijo en una especie de orden que causó que mirara al doctor y me diera cuenta que lo observaba con detenimiento.

Tras eso, noté que el detective cambiaba su semblante y de pronto decía algo que me desconcertó.

-No -le respondió John mientras alzaba el periódico y seguía con su lectura.

-Consígueme uno.

-No, nada de nada. Lo acordamos sin importar nada como la última vez. Recuerda que les pagaste. Nadie en un radio de tres kilómetros te venderá uno.

-¡Qué estúpida idea! ¿De quién fue la idea?

Yo retuve mi risa y luego Sherlock le gritó a la señora Hudson

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Yo retuve mi risa y luego Sherlock le gritó a la señora Hudson.

-¿Qué carajos? -exclamé cuando noté que comenzó a hacer un desastre. Tiraba papeles, lanzaba cosas sin importarle nada e incluso se dejó caer en la chimenea intentando buscarlos.

𝐒𝐢𝐧 𝐑𝐮𝐦𝐛𝐨 𝐲 𝐀 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚𝐬 [𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora