XXVI: "Cliché"

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—Resulta que es bastante lista.

Sabina entonces se volvió a llevar la taza a los labios para sorber del dichoso café artesanal que realizaban en aquel hotel.

Llevaban alrededor de dos horas investigando lo que pudieran sobre la familia Rawson. Entre ellos, por supuesto, casi todo el árbol genealógico debido a la popularidad que había del apellido en aquellos terrenos galeses. La conexión a internet no era tan buena y John casi cada cinco minutos se quejaba. Las pestañas del navegador se volvían a cargar, lo cual causaba que perdieran el tiempo y Sabina volviera a leer la información que habían conseguido.

Era como un juego que estaba totalmente preparado para ellos. Había suspenso, claro, además de secretos que no comprendían el por qué de algunos conceptos que degustaban la fuerte vinculación que existía entre esa tal Margo.

Sherlock, por un momento, pensó en lo que pudiera haber detrás de esa inmaculada manera en que las redes se colgaban entre un punto fijo que se trataba del excéntrico Corwin Rawson. El detective sólo volvió a releer la carta.

—¿No hay nada de Margo, John? —preguntó el rizado, inclinándose para también tomar café y retener el suspiro de frustración que le golpeaba entre la boca.

—Aún... ¡Ugh, carajo, funciona! ¡Vamos, maldita sea! —el doctor se dejó caer en la silla y luego sólo miró que Sabina estaba recargada en su propio brazo, luchando contra el sueño—. ¿Cuánto ha pasado?

—Cinco horas —comentó Becker en un tono bajo mientras devolvía la cabeza y sus ojos verdes se encajaban en el reloj de la pared—. No, espera... Seis, si, seis horas.

—Mierda... —suspiró John y después el sueño le golpeó en el pecho, generando que le recorriera el cuerpo y entonces sólo bostezara casi de una forma involuntaria—. Dios, no creí que pasaría tanto tiempo.

Golpeó sus muslos como de costumbre antes de alzarse de su asiento y se estiró con fuerza, provocando que la espalda le tronara. Miró de reojo a su compañero y mejor amigo, el cual volvía a mirar aquel pedazo de papel que usaron en contra del calor para dejar que las letras aparecieran casi de manera mágica ante los ojos de todos los presentes.

—Iré por un café yo también, ahora vuelvo.

—Elige con extra cafeína —le anunció Sabina y alzó su taza con un aire burlón—. Lo vas a necesitar, luego me lo agradeces, John.

—Si, claro —dijo con sarcasmo el hombre canoso y desapareció al cerrar la puerta detrás de su espalda.

A continuación, Sherlock dejó la carta sobre la pequeña mesita de la habitación en donde se quedarían los tres debido a la mala organización del pequeño hotel en un pueblo tan pequeño con pocos habitantes y turistas a lo largo del año.

La señora los compensó con un refile en el café y luego se precipitó a agregar que era verdaderamente un honor que estuvieran los tres en aquel momento. Sabina unió sus cejas, incapaz de creerse que estuviera comenzando a ser reconocida en lugares más allá que las mismas calles y lugares que concurría en Londres.

—Te irás acostumbrando a ignorarlos —comentó con un tono muy típico de apatía de Sherlock.

—¿Qué planes habrá para mañana? —preguntó Sabina tras ver de reojo que el detective se colocaba por unos segundos cómodo sobre la silla del lugar y la miraba con aquellos ojos claros.

—La única relatividad del misterio de quién es Margo en la vida de Rawson.

—Una amante, quizá. Su esposa se llama Tatiana.

—Ex esposa. Su nueva prometida es Lauren.

—Oh, mira quién se aprende los nombres rápido —bromeó Becker con una sonrisa juguetona que Holmes contempló por unos segundos.

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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𝐒𝐢𝐧 𝐑𝐮𝐦𝐛𝐨 𝐲 𝐀 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚𝐬 [𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora