X: "Aniversario"

115 31 1
                                    

Diecisiete de marzo de 2014.

—¿Entonces quién acuñó el término impresionismo?

Varias manos se alzaron, lo cual provocó una sonrisa de satisfacción en la profesora Becker, quien no tardó en elegir a una joven que estaba a mitad del salón, sentada en su respectivo asiento que se extendía a lo largo de la gran y curveada mesa en donde otros estudiantes se sentaban a su alrededor.

—Señorita Allen —y al señalarla, finalmente la joven sonrió y contestó.

—Fue por el comentario despectivo del crítico Louis Leroy al observar el cuadro Impresión, Sol Naciente de Claude Monet —explicó y entonces Sabina chasqueó los dedos.

—Bien dicho, señorita Allen. Exacto, el movimiento comenzó con un simple comentario ante un crítico de arte en un salón de artistas independientes alrededor de abril o mayo de 1874 —el timbre sonó y entonces Sabina elevó los brazos—. Bien, creo que sería todo por hoy. Lean la página treinta hasta treinta y ocho y traigan algunos paradigmas sobre los movimientos secundarios que influenciaron en el impresionismo para el viernes, por favor. Muchas gracias, muchachos.

—Nos vemos, señorita Becker —le despidieron algunos muchachos, casi la mayoría eran hombres, pero las muchachas también eran amigables.

Sabina entonces tomó su maletín, observó la hora y notó que eran alrededor de un cuarto para las tres. Era tiempo de regresar al apartamento, comer un poco, conversar un rato con la señora Hudson y, si tenía suerte, se toparía con Sherlock y John.

Estos dos últimos han tenido caso contra caso alrededor de las últimas semanas. De hecho, era extraño volver a hablar con ellos dos días seguidos. De vez en cuando los miraba y John era más accesible a hablar. Por otro lado, Sherlock era más callado, pero al menos ya recordaba correctamente su apellido.

Ella le decía Sherlock o Holmes, pero para el detective consultor, Sabina era Becker. A ella no le molestaba, para nada. Bueno, sólo a veces cuando la sacaba de quicio, pero ya no era algo de costumbre del rizado, puesto que siempre parecía estar concentrado con los casos que ya no tenía tanto tiempo libre y, gracias a eso, Sabina tenía la oportunidad de descansar tranquilamente una noche corrida.

Su vida era más ligera, llevaba una rutina agradable y tenía tiempo para hacer algunos pasatiempos. Entre ellos, volver a tomar sus clases de piano de pared que había colocado al lado de su habitación. La señora Hudson a veces subía y le decía que le encantaba escucharla a veces afinar el instrumento, puesto que de esa forma sabía que estaba en el edificio.

Hoy llegó a eso de las tres y quince al 221B de la calle Baker. Entró, subió las escaleras y entonces se quitó el abrigo ligero que traía puesto ese cálido día de marzo. La ciudad realmente parecía estar envuelta de un aire eufórico, verdoso y natural, impacientes algunos por la incondicional celebración del día de San Patricio.

Se quitó el desarreglado moño que le mantenía el cabello atado y entonces soltó un suspiro, soltando el maletín sobre la mesita de centro de la sala para finalmente encaminarse al largo sofá, dejándose caer pesadamente.

Apenas se dejó caer, tomó la llamada que le entraba. 

—¡Hola, hola, hermana!

—Me alegra saber de ti, Robyn.

—Y a mí de ti. No sé nada de ti desde hace dos semanas. ¿Tan ocupada has estado en la universidad?

—En gran parte —masculló Sabina, alzándose del sofá y sentándose al mismo tiempo en que saludaba con la mano a la señora Hudson que se asomó un momento—. Lo mío jamás ha sido calificar tantas actividades.

𝐒𝐢𝐧 𝐑𝐮𝐦𝐛𝐨 𝐲 𝐀 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚𝐬 [𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora