XXI: "La verdad"

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Hay cosas que no puede dejar de dar vueltas en su cabeza. Entre ellas, está la respectiva sonrisa de la mujer que desde un inicio se le plantó con esa firmeza que nunca antes (sin tomar en cuenta a Mary Watson) le habían probado estar a la altura.

Y es que mientras permanecía tirado en el suelo, luchando contra su propia mente, entre la vida y la muerte, incapaz de hacer algo más que hundirse en la oleada de la voz de Moriarty que estaba atado sin dejar de molestarlo con irritantes comentarios de negatividad, finalmente tuvo la fuerza de tomar las riendas del asunto y volver.

Algo en lo que jamás podría comprender del todo es en la manera tan repetitiva en que en su cabeza iba y venía la voz de Sabina Becker, llamándolo en un lejano eco que lo dejaba sin aliento.

"No te vayas. No lo hagas..."

"Es Becker. Siempre ha sido Becker, Holmerg", manifestó con cierta irritación.

"No fue una buena forma de reaccionar, en serio, lamento el mal momento que dejé ver", dijo ella en el restaurante en Camden Town en otro recuerdo.

"¿Es algo usual que te perdones?", preguntó él.

"Pues si"

"¿Por tu reacción a las circunstancias?"

"Supongo", contestó ella en un tono bajo.

"Hazme un favor, Becker. Si sigues disculpándote de detalles como tus reacciones, prometo volver a decirte Beckenbach"

Y recuerda claramente la media sonrisa que le obsequió.

"El contacto visual también es importante. Así puedes transmitir confianza", explicó la morocha antes de tomarle la mano y practicaban el baile antes de la boda del doctor.

"¿Acaso me espías?", preguntó ella en otro recuerdo justo en la terraza.

"Sólo observo", respondió él.

"Y yo sólo miro"

"Hay cosas que no entendemos... Hay cosas que ocurren por algo y...no podemos evitarlas. Y el espacio es una de ellas", fue el último recuerdo mientras escuchaban a Bowie en la terraza aquella noche estrellada.

Y en ese momento, luchando mientras corría por la escaleras para volver en sí, de pronto al volver ya se encontraba susurrando el nombre de la mujer que compartía el 221 de la calle Baker.

Pasó un buen rato para que al despertar de nuevo y fuera abruptamente golpeado con la información de los periódicos que Janine traía consigo, volviera a encontrársela.

Entró como una cálida ráfaga de viento que lo inundó hasta casi ocasionar que parpadeara varias veces por la sorpresiva reacción que tuvo ante ella.

-Parece ser que las cosas no salieron al plan que elaboraste -expresó ella con un ligero nerviosismo que transmitía con sus dedos.

-Tú misma dijiste una vez que las cosas ocurren por algo.

-¿Ah, si? Vaya, lo olvidé -soltó con una ligera risa y entonces se sentó en la silla frente a la camilla-. ¿Puedes moverte?

-En ocasiones -expuso en bajo y entonces comenzó a deducir cada detalle que encontraba en la morocha.

Y la palabra que más hacía eco en su cabeza era una: nerviosa.

-Tú me encontraste -murmuró el rizado.

Becker asintió, se mordió los labios un poco angustiada y sólo al parpadear volvió su repentina preocupación hacia él.

Y es que no quería decir algo más. Algo más profundo significaría que sería un vínculo más...íntimo y Sherlock Holmes no comprendía eso.

𝐒𝐢𝐧 𝐑𝐮𝐦𝐛𝐨 𝐲 𝐀 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚𝐬 [𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora