EPÍLOGO

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Cuatro años han pasado desde el nacimiento de mi hija.

Kiara es una niña hermosa es igual a mi y ya a su corta edad consigue que todos los niños estén detrás de ella, hecho que no contenta en absoluto a Enzo.

Definitivamente no me equivoqué cuando lo elegí para compartir mi vida con él, es un exelente marido y un padre ejemplar.

Aunque es muy celoso, dice que hasta los 20 no tendrá novio nuestra pobre bebé, yo por otro lado logré recibirme, soy abogada y una famosa escritora.

Puedo decir que a mis 24 años he logrado todo lo que me he propuesto. Ya tengo 5 libros y mi propio bufete de abogados.

Ahora estoy leyendo un cuento a mi niña para que se duerma, ya es de noche.

Cuando se queda dormida salgo de la habitación y voy a la mía dónde me está esperando Enzo.

—Ya se durmió —le aviso.

—Genial, tendremos unos momentos para nosotros.

Gateo en la cama hasta donde se encuentra él y me siento a horcajadas encima de sus piernas.

Nos comenzamos a besar, el acaricia mi cuerpo con el amor que solo él sabe hacerlo. La piel comienza a quemar y me desnuda, le quitó su boxer y pijama y bajo a su ya erecto miembro, relambo mis labios y mirándolo a los ojos comienzo a chupar, él toma mi pelo en su puño y hace más profunda cada estocada, llevando su miembro a mi garganta.

Lo continúo masturbando hasta que acaba en mi boca. Luego besa, acaricia, chupa y muerde cada parte de mi, no puedo evitar gemir, luego de un rato largo así entra en mí.

Somos amigos, confidentes, esposos, un buen equipo, pero sobre todo buenos amantes. Cambiamos de posición y yo quedo arriba comienzo a cambiarlo sin censura, hasta que explotó en un orgasmo y el vuelve a acabar.

Caemos rendidos en la cama, nuestras respiraciones están demasiado agitadas.

Estamos recostados en la cama abrazados mientras nos damos cariño.

Lo miro y le susurró de forma sensual —vamos a seguir jugando daddy —en respuesta logro que él con un ágil movimiento me ponga en cuatro y me de unos buenos azotes.

—¿Te gusta pórtate mal verdad? —pregunta excitado nuevamente, lo noto en su voz.

—Si, me encanta ser mala —respondo.

Lo volvemos a hacer nuevamente, estar con Enzo es tocar el cielo con las manos, sin la necesidad de moverme de nuestra cama.

Nos despertamos por qué nuestra pequeña nos está saltando encima.

—Mami despierta —me hago la dormida —¡Mamiii! —grita mi hija.

—Bueno días princesa —le dice Enzo mientras abre los ojos.

Yes Daddy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora