33: Perder el control

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Keyla

Siento el cuerpo de Vinicio presionar contra el mío. Puedo notar su bulto en mi trasero, lo que me excita. Cierro los ojos percibiendo su respiración en mí. Sus dedos moviéndose, recorriendo todo mi físico, pero yo no movilizo ni un músculo. No sé qué hacer, solo sé que tengo calor.

No puedo estar sintiendo estas cosas por Vinicio, me niego porque es la misma calaña que las personas que me vendieron. Aunque no soy quien para juzgar, yo me convertí en uno de ellos.

Abro los ojos cuando me giro hacia él para mirarlo. Me agarro de sus hombros para no caerme, ya que mis muletas terminaron en el suelo.

―¿Qué quieres, Vinicio? ―le pregunto dudando.

―A ti. ―Se acerca a mi rostro y siento su respiración a pocos centímetros.

Podría besarlo, pero no lo haré, incluso aunque sea muy tentador.

―Te disparé ―le recuerdo.

―Y yo te mentí con lo de tu enterrador, ya te dije, estamos a mano.

―Disparar es mucho más grave que mentir.

Siento sus dedos en mi cintura.

―Yo te perdoné, ¿tú acaso no me perdonas?

―No tiene que ver con eso ―digo angustiada.

―¿Entonces?

―No puedo decirte. ―Bajo la vista.

―¿Es por Tyner?

―No, Tyner es un tema aparte.

―Me dijiste que me extrañaste ―me recuerda.

Miro a un costado.

―Es más complicado que eso.

―¿Complicado? ―Sus manos pasan a mi trasero y atrae mi pelvis a la suya. Hago un jadeo, pero no me aparto, de hecho me satisface su acción―. Yo te extraño cada día.

Mi corazón se acelera, aunque mantengo la mirada en el suelo.

―Todo ha cambiado.

―Todo muy de repente ―me responde tranquilo, dándome la razón.

―Sí.

―En un momento eres administradora, aparezco, te disparan, te quitan el puesto, luego estamos aquí parados en mi nueva casa, ya no eres mi prostituta ni yo tu comprador, solo somos dos personas que se extrañaron.

Ese pequeño resumen afloja mi tensión, entonces alzo la vista a mirarlo, nuestros ojos se quedan fijos observándose.

―Creo que he empezado a sentir algo por ti, Vinicio ―confieso y hago una pausa para suspirar, él me escucha de forma atenta, se ve tranquilo―. Pero no puedo aceptarlo ―aclaro.

―Entiendo.

―¿Eso solo vas a decir? ―expreso decepcionada y frunzo el ceño―. Me costó aclararlo, y no soy alguien que se guarda las cosas, esto es tan humillante.

Se ríe y se me eriza la piel, en una sensación agradable, como un cosquilleo. Acaricia mi mejilla, entonces mantiene su otra mano en mi cintura para que no me caiga.

―Todos tenemos algo de lo que nos cuesta hablar. Entiendo porque yo solo era una herramienta para tu propósito, sin contar que soy del tipo de persona que odias. Yo he vendido mujeres como tú durante mucho tiempo. Aunque ahora me quitaron ese poder cuando me disparaste, eso no quita la culpa de lo que hice, sigo siendo culpable, un delincuente.

Perversa Oscuridad: ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora