36: Milagros

347 51 5
                                    

Keyla

Camino por la cabaña con mi vestido blanco y holgado que se mueve con el viento de la playa que entra por la ventana. Detengo mis sandalias mirando a través del vidrio al mar, entonces tomo un poco de la enorme taza de té que tengo entre mis dedos. Pensar que hasta hace poco tenía que andar con muletas y ahora puedo caminar con tal naturalidad. Con Vinicio terminamos huyendo y escondiéndonos aquí, todo hasta que nuestras heridas sanaran. Ya es tiempo de volver, pero no logro convencerlo, debo continuar con mi venganza. Mentalmente estoy estable, así que no hay necesidad de seguir aquí por eso tampoco.

Él exagera.

Y hablando del rey de Roma...

Siento sus manos en mi cintura así que sonrío, me giro a mirarlo, lo observo a sus ojos. Hace tiempo que no lleva la venda, tiene un ojo de vidrio, disimula bastante bien el error que cometí contra él.

―Te vas a quemar ―le aclaro por la taza.

Acerca su rostro al mío.

―No me importaría ser quemado por ti.

Me río.

―Qué cursi.

―Te amo.

―No sé si estoy lista para algo como eso, pero... ―Giro mi vista hacia un costado un momento, luego vuelvo a observarlo―. Yo también te amo. ―Sonrío.

Nos damos un corto aunque suave beso que me hace enloquecer.

―Por favor, quedémonos un poco más ―insiste con el tema que viene nombrando hace tiempo, porque yo reclamo muy seguido que deberíamos irnos para continuar con mi plan de venganza, él sabe que pronto lo iba a mencionar.

Río otra vez.

―Me atrapaste, justo te iba a hablar de eso.

Suspira.

―¿No puedes esperar unos meses más? Es peligroso. ―Acaricia mi vientre despacio y me giro de manera abrupta, volviendo a mirar el mar―. ¿No se lo vas a decir, cierto? ―persevera con ese otro asunto.

―Nos fuimos porque dijiste que querías protegerme, que no permitirías que mi enterrador se aprovechara de mi estado mental, pues ya estoy bien, así que hay que irnos.

―No me cambies de tema ―expresa severo, se nota en su tono de voz.

―Estoy tomando té. ―Lo ignoro y bebo un sorbo de mi taza.

―Keyla...

El timbre suena.

―Ve a atender y no me molestes.

Suspira, oigo sus pasos retirarse y luego puedo escuchar el fuerte portazo de la puerta de este cuarto.

No lo entendería, no puedo hablar con Tyner. No es lo mismo conversar con Tyner que con Vinicio. Pues somos diferentes. Lo entendí cuando me disparó en ese edificio. No lo culpo, pero hay cosas que no se pueden reparar. Por lo que a mí respecta, no quiero enfrentarme a él.

Vinicio

Voy por el pasillo de la cabaña, acercándome a la puerta principal, pensando en convencer a Keyla de tantas cosas. Nuestros pensamientos han cambiado, pero también, seguimos sin concordar en algunos aspectos.

Hay que aguardar un tiempo, pero no quiere.

Debe hablar con Tyner, pero no lo desea.

Nada de lo que yo haga la hará de cambiar de opinión, es terca cuando se trata de sus convicciones. Es meticulosa a su estilo y por eso no me incluye en sus ideas. No hay forma de que entienda que intento protegerla hasta que sea el momento adecuado, pero lo de ella son sus tiempos y no los míos, así que tendré que respetarlos.

Llego a la puerta, entonces cuando la abro quedo sorprendido.

―Tyner.

Me mira serio y mantiene las manos en los bolsillos de su chaqueta.

―Hola, Vinicio.

Suspiro.

―No sé qué decir, siento no haberte dicho que estaba vivo, aunque seguro ya lo sabías, ya que no tienes cara de sorpresa y lo supuse desde antes. Dime ¿Qué mentiras te ha dicho Drew Marconi de mí? ―Sonrío.

―Con sinceridad no importa, voy a traicionarlo dentro de poco porque me quiero largar, ya que es mi boleto de salida ―dice fríamente.

Ya no es el Tyner que conocí.

―Solo se puede salir de la mafia estando muerto ―le recuerdo.

―O prófugos, como ustedes ―se burla.

―Algo así ―digo tranquilo ignorando su provocación.

―¿Está Keyla?

―¿Nos encontraste por ser el administrador, cierto?

Se ríe sin humor.

―Sí, si fuera otro, ya estarían muertos. Me sugirieron muchas veces buscarlos, pero no usé mi poder. Solo fuentes externas se encargaron sin resultados.

―¿Y por qué cambiaste de opinión?

―Busco a Keyla ―insiste rechazando mi pregunta.

―Lo siento, pero no puedo dejar que la veas.

―¿Por qué? ―Frunce el ceño.

―Ella no quiere verte.

―No inventes, ¿piensas que voy a matarla o qué?

―No ―digo cortante―. Solo cumplo sus deseos.

―Tengo asuntos que atender con ella y tú no me lo vas a impedir. ―Quita las manos de sus bolsillos de manera abrupta, me empuja y avanza por el pasillo, sin dejar de argumentar―. Ya perdió el derecho a sus deseos cuando se convirtió en una traidora.

―¡Tyner, por favor! ―Lo sigo enfadándome.

Él abre la puerta y sus ojos se abren en grande cuando ella se gira observar quién es. La vista de mi amigo baja al tamaño del vientre de embarazada de mi mujer.

―Tú...

―Es mío ―digo directo mintiendo sobre la paternidad, ya que Keyla no quería hablar de esto con Tyner, al menos por ahora.

Por lo que tengo entendido, ella se embarazó la última vez que estuvieron juntos. El preservativo se pinchó porque Keyla usó sus dientes en el condón al abrir el plástico. El doctor no le contó de su condición cuando cayó de la sede de Cenizas Ocultas, porque ella justo había huido de la clínica, nos enteramos después cuando nos llegaron los resultados de todos sus exámenes. Fue un milagro que sobreviviera a la caída y uno doble que el bebé no tuviera ninguna lesión. Aunque hubiera sido una tragedia y quizás Tyner no se hubiera perdonado a sí mismo, Keyla prefiere mantener el silencio. 

Perversa Oscuridad: ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora