11: Deshacerme de ti

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Tyner

Odio estos días, y no hablo de un día lluvioso o de sol, que por cierto está lloviendo y eso al menos es relajante. Ni idea para qué asocian un par de gotas con algo malo, el sonido del agua siempre me calma. Esos días son maravillosos, y también las noches, ayuda a dormir definitivamente. Que da la casualidad que es de noche y no puedo descansar porque estoy entrando en una reunión en un salón importante. Odio estos momentos ya que significan una sola cosa.

Bufo cuando lo veo acercarse.

―Hola, padre ―expreso a regañadientes.

Él sonríe y acto seguido me abraza.

―Tyner, estoy tan contento de verte.

Me aparto.

―Nos vemos cada vez que ocurren estos eventos ―expreso con molestia.

―Quisiera que me visites y nos encontremos más seguido.

Niego moviendo la cabeza, lo ignoro y me dirijo a la mesa donde está el ponche, me sirvo un poco. Verlo solo me recuerda que me abandonó y que cuando me fue a buscar, me introdujo a este mundo de mierda, peor, con mentiras, así que sinceramente ese odio que tengo hacia él está bien justificado.

―Tyner ―Se me acerca Vinicio.

Aunque mi vista pasa a la mujer que lo acompaña. Ese vestido rojo, largo y pegado al cuerpo la hace tan sexy. Keyla se ve impresionante, mientras está agarrada del brazo de mi amigo.

―Buenas noches ―Lo saludo volviendo a observarlo, intentando disimular que mi vista se perdió en su chica ―. Ya no la tienes oculta ―opino.

El castaño se ríe.

―Quiero presentarla en sociedad como mi mujer ―declara y apoya la mano en la de ella, la cual sigue sosteniéndose del brazo de él.

Me quedo mudo.

Pongo el vaso de ponche en la mesa para que no se me caiga y frunzo el ceño a mirar a Keyla, aunque por obvias razones no le digo nada. Ella usó mi idea, y tanto que negó que no quería nada con él, no sé a qué está jugando, pero no me gusta nada. Vuelvo la mirada a Vinicio, entonces le sonrío.

―Felicidades, estoy muy contento por ustedes.

Quiero subirme a mi moto y largarme de aquí, sentir el agua de la lluvia, mojarme y respirar, porque siento que en cualquier momento explotaré.

―Me disculpan un momento ―les pido.

Entonces me dirijo a un cuarto para estar solo, así que suspiro y me siento en un sillón, que da la vista justo a la ventana, para disfrutar de la lluvia.

―¿Puedo acompañarte? ―Veo a mi padre entrar a la habitación.

Y la relajación se me esfumó.

―Adelante ―Ruedo los ojos.

Él sonríe, camina hasta mi lado y se sienta.

―He notado tu descontento, aunque esta vez no es por mí, si me dejarás ayudarte, yo...

No dejo de observar a la ventana y de ver las gotas que se impregnan en el vidrio por la cantidad de lluvia que hay afuera.

―No hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión, me abandonaste y nunca te lo perdonaré, padre ―digo lo último con puro odio.

―Hijo...

Giro mi vista furioso a observarlo.

―Basta, déjame solo.

Perversa Oscuridad: ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora