Arrastrándome

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─ ¡Willy! ¿Estás herido?

─ Solo un poco ─. le respondió agarrando su hombro, y al retirar la mano observó la sangre en ella.

─ Eso no se ve nada bien.

Horacio se sentó a su lado apoyando la espalda en el patrulla que les servía de escudo a las balas, aprovechó el momento y recargó su arma.

─ Solo una cicatriz más H.

─ La cosa no pinta bien... ¿Los refuerzos?

─ Tardarán...

─ Joder... esa niña no puede esperar...

Horacio se asomó por un costado del patrulla, con cuidado de que no le estuvieran apuntando y de un solo tiro terminen con su vida; regresó al lado de Willy, quien ya se encontraba un poco pálido. Suspiró resignado, nunca entendería a los delincuentes de esa ciudad, que por un par de dólares arriesgaban sus vidas, y mucho peor la vida de los ciudadanos.

En esos momentos, dentro del badulake estaban dos delincuentes y una niña secuestrada, que aparentemente estaba herida, que era lo peor. No tenía muchas opciones, debía intervenir sí o sí, pero sabía muy bien que eso era muy peligroso.

─ Willy, espera acá a los refuerzos... seguro un médico logrará acercarse cuando los distraiga.

─ ¿Cómo? ─ Willy observaba cómo Horacio se quitaba el arma, el estuche, la radio y su ramera del FBI dejándolas a su lado ─ ¿Qué hace? está loco si quiere entrar solo y desarmado.

─ No hay otra opción.

─ Pero está actuando de forma precipitada, poniendo en riesgo su propia vida, eso va contra el reglamento...

─ ¿Recuerdas que soy el jefe?

─ ...

─ No te preocupes.

Willy observó como su amigo le guiñaba un ojo bajo el pasamontañas, pero estaba seguro que también le estaba sonriendo, como era típico de él, aún en esas circunstancias. Horacio corrió hasta la puerta del establecimiento colocándose a un lado, levantó la voz lo más que pudo para que los delincuentes le escucharan.

─ ¡Estoy desarmado! ¡No les dispararé! ¡No disparen!

No escuchó ninguna respuesta, lo que era una buena o mala señal.

─ ¡Voy a entrar! ¡Hablemos! ¡Solucionemos esto de una vez!

Levantó las manos sobre su cabeza y entró despacio con mucha cautela pero alerta. No vio nada a la primera, pero cuando sus ojos se acostumbraron al cambio de luz pudo ver a un hombre apuntándole con las manos tambaleantes, más bien era un chiquillo, apenas mayor de edad, se le notaba asustado y nervioso, y eso empeoraba la situación, un disparo podía ser ocasionado fácilmente por manos temblorosas.

─ Tranquilo ─ siguió con las manos levantadas y habló lo más relajado que pudo ─ no estoy armado, si quieres cachearme lo verás, no tengo armas ni radio.

─ ¡Alto! quédate donde estás.

─ Vale... solo quiero proponerte algo, será beneficioso para ambos.

─ ¡Yo no saldré de acá!

─ No, claro que no. Pero esa niña tiene que salir. ─ dijo señalando con el rostro a la pequeña figura tumbada en el suelo a unos metros de ellos, se podía notar su leve respiración ─ Está herida ─ desde que entró vio como la niña tenía lo que parecía una mancha de sangre en su vestido ─ deja que los médicos la atiendan. No querrás sumar ese delito y cargo de conciencia.

Al final podré ser HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora