Tu tienes poder sobre mí

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Horacio veía la pantalla de su teléfono con una leve sonrisa en el rostro. En la pantalla se dibujaban dos simples palabras.

"Te extraño"

Tan pronto se dio cuenta de su tonta sonrisa recompuso el gesto y trató de lucir serio mientras guardaba el teléfono en el bolsillo.

Kovakcs se hallaba frente en el estrado de la sala de reuniones de la LSPD, era día de cambio de rangos y Horacio estaba invitado para ver como a Willy le ascendían una vez más, a ese ritmo llegaría a comisario muy pronto.

Cuando fue el turno de Willy este le sonrió a Horacio de lejos y levantó la mano en forma de saludo respetuoso que Horacio imitó. Se sentía orgulloso de lo lejos que había llegado y lo rápido que su carrera había evolucionado para bien; sentía que Willy era una de las pocas personas en las que podía confiar en esa ciudad, y estando a su lado no había operación que podía salir mal.

Estando ahí de pie viendo como jóvenes policías eran ascendidos se sintió orgulloso de todos ellos, de lo mucho que habían dado por esa ciudad y lo que habían crecido, aunque siempre tendría rencillas con algunos, al momento de trabajar todos se comportaban de la forma correcta, Kovakcs los había entrenado bien.

─ ¿En qué piensas? ─ le dijo Willy parándose a su lado.

─ Pensando en ustedes, los policías.

─ ¿En nuestra incompetencia? ─ dijo Willy riendo.

─ Si, en lo inútiles que son ─. Horacio se rió debajo de su pasamontañas.

─ Es lo que hay.

─ Dejando las bromas, estoy orgulloso del trabajo de todos, de tu trabajo Willy.

─ Gracias H.

─ Hace algunos años las cosas no eran así de formales, pero me alegra que todo haya cambiado para mejor.

─ ¿Hace algunos años? Ah cuando eras policía.

─ Exacto.

─ Entonces me alegro de pertenecer a este cuerpo de policía.

─ Eso, hazlo.

Después de unos minutos más la reunión se dio por terminada y Horacio le pidió a Willy patrullar juntos, ese día no tenía ganas de jaleo en su vida, lo único que quería era hablar y pensar.

Muchas cosas habían pasado por su vida en las últimas semanas, y la mayoría de ellas tenían nombre propio "Viktor Volkov". Ese hombre había regresado a su vida para ponerla de cabeza. No es que no quisiera que haya regresado, era todo lo que tiempo atrás añoraba cada día, pero una parte de él aún tenía miedo.

Lo añoraba, lo extrañaba, tanto como él decía hacerlo, lo amaba. No podía negarlo, lo amaba, amaba cada parte de su ser, y que los últimos días, después de la noche que pasaron juntos, se haya empecinado a llenarlo de palabras bonitas, de preocupación por él, de promesas...

Esas promesas eran lo que más le daban miedo a Horacio, ¿que tal si no podía cumplirlas? Se ilusionaba nuevamente por algo que no sería capaz de cumplir, las palabras son fáciles de decir pero de cumplir no siempre.

A pesar de todas sus dudas, de algo estaba seguro, había algo, algo como una corriente, un llamado, un magnetismo que lo atraía a Volkov, algo que le decía que estar con él era su lugar, su espacio, que sólo a su lado podía llegar estar a completo y en casa.

Al final podré ser HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora