Odio que no te odio para nada

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Volkov salió de la camioneta de un salto, paseó la mirada por el lugar, este estaba apenas iluminado por las farolas y olía a humedad, era lo lógico de unas alcantarillas abandonadas. Ese día se reuniría por segunda vez con la mafia Cosa Nostra, en la que sabía que Horacio estaba infiltrado, pero no sabía que toda la mafia era en sí un engaño.

Lo vio a lo lejos un poco atrás de los demás, cuadrado con un arma larga en sus manos y completamente cubierto de negro. No sabría muy bien por qué lograba reconocerlo, pero lo hacía, lo reconocería donde fuera.

Pomogi mne (Ayúdame) ─ le dijo Tassia desde dentro del vehículo y el por inercia la tomó de la cintura y la cargó para que logre bajar del coche sin lastimarse, la alejó de la camioneta y la depositó con cuidado en el suelo ─ Spasibo dorogaya (gracias cielo).

Volkov, sin darle importancia, volvió a pasar la mirada por el lugar y observó cómo un hombre estaba muy cerca a Horacio, este parecía hablarle al oído y eso le molestó muchísimo. Un calor extraño recorrió su cuerpo que reconoció como rabia, intentó que lo viera, que notara su molestia y sus celos, pero Horacio parecía muy distraído en lo que ese hombre le decía al oído, y lo peor de todo, el le respondía de igual forma, acercándose al oído contrario.

Lleno de amargura pensó en pasar por todo el espacio que los separaba y besarlo frente a todos, pero sabía muy bien que no podía. Se lamentaba y maldecía a todo aquél que se pudo haber acercado a Horacio en el tiempo sin su presencia. Lo tenía tan cerca pero lo extrañaba demasiado, y se odiaba por eso, por no ser capaz de tenerlo a su lado como debería ser, se odiaba por que sabía muy bien que él era el responsable de todo eso.

Sabía muy bien que podía culparse todo lo que quisiera, pero eso no cambiaría las cosas para nada, se odiaba a sí mismo, pero nunca podría culparlo a él, a Horacio, nunca podría odiarlo por no aceptarlo de una vez, ya que entendía y sabía que tendría que ser completamente abierto y sincero de una vez por todas. 

La reunión se llevó a cabo sin acontecimientos importantes, solo intercambiaron información y dispusieron una nueva entrega de armas a la Cosa Nostra. No se imaginaba que hacían con tantas armas pero supuso que Horacio tendría que conservar las apariencias con ellos de alguna forma.

*

Horacio estaba alejado de todos sosteniendo su arma larga, estaba un poco nervioso como cada vez que vería a Volkov, y ese era uno de esos días, en los que no podían hablar ni entablar ningún tipo de comunicación, pero al menos lo vería de lejos.

Llegaron en tres camionetas, poco a poco fueron bajando y lo logró ver. Volkov estaba de traje negro y una sencilla máscara cubría su rostro, como la última vez su cabello platinado estaba sujeto en una coleta y la tenía al descubierto.

Miró fijamente hacia él pensando que tal vez fueran capaces de intercambiar al menos una mirada, pero luego vio como se acercaba nuevamente al vehículo y tomaba entre sus brazos a una mujer, que supuso que era la misma mujer que la última vez, Tassia, la agente de inteligencia con la que Volkov fingía tener una relación.

¿Habría necesidad de fingir tanto y en estas circunstancias? se preguntó mientras veía como con delicadeza la sostenía y ella se apoyaba en sus hombros hasta que la dejó en el suelo. Maldijo por lo bajo y apartó la vista.

─ ¿Sucede algo? ─ Massimo se plantó a su lado y le habló bajo.

─ No, nada ¿por qué?

─ Te escuché maldecir...

Al final podré ser HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora