¿Cuándo te desenamoraste de mi?

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Ese día no había sido nada fácil para Volkov, llevaba todo el día de encargo en encargo para la mafia de las armas, y lo odiaba, lo odiaba demasiado, saber que esas armas iban a ser distribuidas en toda la ciudad, y que con cualquiera de esas un civil podía ser herido o inclusive podría ser asesinado.

Detestaba su trabajo de infiltración, había estado en algunas misiones parecidas en el pasado, pero ninguna había demandado tanto de él como la actual, tanto física como mentalmente. En ocasiones así pensaba en cómo había Horacio soportado una misión de encubrimiento tan demandante en el pasado, en la que tenía que actuar a ser amable con los delincuentes, incluso ser más que amable.

Al recordar el pasado, al pensar en el hombre que acompañó a su novio en esa época y lo mucho que lo hirió, aún le dolía un pedazo de su alma, y pensar que lo tendría en su piel para el resto de su vida. No se arrepentía de nada, del tatuaje ni de querer darle otro sentido a todo lo que pasaron, por que al fin de cuentas Horacio fue el que más sufrió, y el que tenía que vivir con ese peso sobre sus hombros, y si podía aliviar un poco la carga lo haría, una y mil veces.

Volkov se hallaba en el borde del puente al que siempre iba a pensar, sacó un cigarrillo y prendido lo llevó hasta sus labios, aspiró el amargo humo que metió a sus pulmones, envenenándolo, pero dándole esa leve sensación de calor que le hacía falta, sabía muy bien que le hacía daño, pero era un hábito que en los momentos como esos solía solía recurrir.

Sacó su teléfono de unos de sus bolsillos y buscó en sus pocos contactos su nombre, pensó en llamarlo a pesar de las altas horas de la noche, sabía que tenía dos opciones, o estaba trabajando o ya se hallaba descansando, no perdía nada al intentarlo, ya que sus ganas de escuchar su voz le ganaban.

El teléfono sonó dos veces y pudo escuchar su voz un poco amortiguada.

─ Hola...

─ Horacio.

─ Viktor... ¿todo bien? ya es algo tarde.

─ Disculpa que te moleste, sé que es tarde, lo siento.

─ No tienes que disculparte, estaba por salir de la sede del FBI, hemos tenido prácticas y nos entusiasmamos un poco que nos olvidamos de la hora.

─ Vale, ya veo...

─ ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

─ Estoy... en un puente, relativamente cerca de mi sede, estoy bien, solo necesitaba escuchar tu voz.

─ No estarás fumando ¿no?

─ Lo siento ─ se escuchó un suspiro al otro lado de la línea ─ solo lo hago cuando estoy estresado o agobiado.

─ ¿Mal día?

─ Se podría decir que sí, pero no quiero agobiarte con eso, solo quería decirte unas cuantas cosas.

─ Soy todo oídos bebé.

─ Últimamente he estado pensando en el pasado, en todas las cosas que tuvimos que pasar, que tuviste que pasar. Ahora que estoy en un lugar parecido en el que estuviste tú, puedo entender todo tu sacrificio y todo lo que tuviste que soportar. Y me sorprende, que dentro de toda esa oscuridad hayas tenido la fuerza de luchar por mi.

─ No me rindo con las cosas que quiero, y la recompensa era muy grande, y no lo digo por tus dos metros.

─ Pero, estabas tan abrumado, y John te tenía atado a él, y tú te arriesgaste a todo, por mi.

Al final podré ser HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora